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38 Virgilio Díaz Grullón<br />

-que estuvieron desde el primer día almacenados en la<br />

cueva--, las cajas que contenían las raciones y medicamentos<br />

habían permanecido amontonadas en el claro, constituyendo<br />

el único indicio de la presencia de las guerrillas en la zona. Y,<br />

aunque la circunstancia de que no se hubiesen repetido los<br />

reconocimientos aéreos parecía indicar que el campamento<br />

no había sido detectado, era reconfortante para Alberto saber<br />

que las cajas habían desaparecido del radio de observación de<br />

futuros incursionistas indeseados.<br />

La verdad era que todo se había desarrollado hasta el<br />

momento de acuerdo con lo planeado. El desplazamiento de<br />

los guerrilleros desde las zonas urbanas hasta las estribaciones<br />

de la Cordillera Central se reilizó en pequeños grupos que no<br />

despertaron sospechas. El traslado de las armas hasta los<br />

lugares previamente acordados se produjo sin tropiezos y los<br />

campesinos reclutados como guías habían cumplido lealmente<br />

su tarea transportándolos sin incidencias a las zonas<br />

previstas.<br />

Hacía seis días que Alberto y su grupo habían acampado<br />

en el lugar donde ahora se hallaban, luego de agotar penosas<br />

jornadas nocturnas a través de las lomas. Desde que descubrieron<br />

el claro y una vez comprobada la existencia de la<br />

cueva y de un arroyo cercano, Víctor seleccionó el sitio para<br />

establecer el primero de los campamentos. Manuel, al frente<br />

del otro grupo, continuó la marcha para establecer el segundo<br />

a algunos kilómetros de distancia. Aunque Víctor había<br />

elegido el lugar antes de ordenar la exploración de las áreas<br />

aledañas, sin duda acertó en su selección porque la zona<br />

estaba prácticamente despoblada y la topografía era extremadamente<br />

favorable para su defensa.<br />

Al tiempo que Alberto se colocaba sobre el cuerpo la<br />

camisa de la que se había despojado para trabajar en el túnel<br />

y repasaba en su mente esas circunstancias, Diego y Felipe<br />

irrumpieron en el claro. Venían cansados pero alegres. AJ<br />

reunirse con Alberto colocaron sus armas en el suelo y !I<br />

descargaron con alivio de sus pesadas mochilas mientras q:<br />

Diego decía: "Misión cumplida: establecimos contacto.

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