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80 Virgilio Díaz Grullón<br />
Un rapto de rebeldía impulsó a Alberto a interrumpir la<br />
perorata del cura. "Esa sotana no debe servir para esconder<br />
cosas malas", dijo con firmeza.<br />
El padre Anselmo palideció de rabia. "Este hábito -gritó<br />
sacudiéndose con la mano las faldas de la sotana- merece<br />
respeto, sobre todo de quienes, como tú, no son dignos<br />
siquiera de llevar el nombre de cristianos. "." y arrastrado<br />
por la fuerza de sus propias palabras, perdida ya toda<br />
compostura, el cura agarró a Alberto por el cuello con la<br />
mano derecha y torciéndole la cabeza hacia abajo en<br />
dirección al borde inferior de su sotana ordenó con voz<br />
histérica: HBésala, carajo, bésala, bésalal ", acompañando sus<br />
palabras con tirones cada vez más crueles del cuello del niño.<br />
Alberto, con los ojos cerrados y los labios fuertemente<br />
apretados resistió con firmeza la afrenta, sin permitir que su<br />
rostro tocara el hábito del cura. Este, jadeante, abandonando<br />
finalmente su intento, empujó con rudeza al niño que cayó al<br />
suelo. "No quiero verte más en el colegio. Recoge tus libros y<br />
/¡írgate de aquí", vociferó mientras salía de la estancia dando<br />
un portazo.