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66 Virgilio DÍaz Grullón<br />
alterarlo. Alberto consideró de inmediato desproporcionado<br />
ese despliegue de fuerzas y dedujo que tenía el propósito de<br />
amedrentar a los participantes en el mitin y disuadir a los que<br />
venían acercándose por las calles de acceso para incorporarse<br />
a la manifestación. No obstante, como era obvio que los<br />
agentes aprovecharían cualquier pretexto para reprimir la<br />
concentración, decidió advertir a las brigadas de orden para<br />
que reforzaran el acecho de cualquier posible provocador<br />
infiltrado en la concurrencia.<br />
Cuando se disponía a bajar de la tribuna para cumplir. su<br />
propósito, se produjo el primer incidente. Alguien trepó<br />
sorpresivamente a un poste del alumbrado público y desprendió<br />
de cuajo un altoparlante antes de que nadie pudiese<br />
evitarlo. Aquel acto inesperado fue la chispa que encendió la<br />
hoguera. Tan pronto los miembros de la brigada de orden<br />
atraparon al provocador para entregarlo a las autoridades, los<br />
agentes policiales cargaron sobre la multitud disparando sus<br />
armas de fuego y repartiendo macanazos indiscriminados.<br />
Alberto observó impotente desde la tribuna a la multitud<br />
concentrarse primero, en actitud defensiva, alrededor de la<br />
plataforma y luego, en irresistible movimiento centrífugo,<br />
expandirse arrolladoramente sobre los represores, atropellándolos,<br />
y desaparecer corriendo en grandes oleadas por las<br />
calles de acceso a la plaza. En un lapso trágico de apenas<br />
cinco minutos, la manifestación que les había costado tantas<br />
horas organizar había sido disuelta sin contemplaciones.<br />
La frustración le ahogaba la voz y le llenaba los ojos de<br />
lágrimas mientras trataba de congregar alrededor de la tarima<br />
al pequeño grupo que aún quedaba en la plaza en un<br />
desesperado intento de rescatar los restos de la hecatombe.<br />
Pero su esfuerzo fue inútil y mientras bajaba cabizbajo de la<br />
plataforma y tomaba del brazo a Rosina refugiándose en su<br />
ternura, comprendió que el hermoso episodio de la lucha<br />
abierta y de cara al sol contra la tiranía quedaba definitivamen<br />
te liquidado.