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86 Virgilio Díaz Grullón<br />

H ¿Qué importa que sea hzjo de una cocinera o que sea<br />

negro?", dijo al fin. "Cuando estoy con él no pienso en su<br />

madre ni le miro el color."<br />

"Pues ya es tiempo de que vayas prestando atención a<br />

esas cosas", advirtió la madre. Y, después de una corta pausa,<br />

agregó: "Mira, mi hijo, el mundo ha sido creado en esa forma<br />

y tenemos que aceptarlo como es. No es cierto que todos los<br />

que lo habitan son iguales y nosotros, los que somos mejores,<br />

debemos agradecer a Dios que nos haya colocado en este lado<br />

de la raya. Aunque ahora pueda parecerte z'njusta esa<br />

situacion, cuando crezcas y madures te convencerás de que es<br />

ineoitable y nada podemos hacer para cambiarla. José Ernesto<br />

y su familia también están de este lado, Luisito y la suya<br />

están del otro y esa raya no debe ser traspasada. Así lo ha<br />

querido Dios y así será siempre. "<br />

El asombro de Alberto crecía a medida que escuchaba las<br />

palabras de su madre.<br />

'Pero Dios no puede querer eso", adujo. "Dios es bueno<br />

y no podría castigar a una gran parte de la gente oblzgándolas<br />

a uioir siempre como siroientes de los demás. "<br />

"Dios sabe lo que hace y aunque sus decisiones puedan a<br />

veces parecernos injustas, tienen siempre una explicacion",<br />

sentenció la madre.<br />

Alberto permaneció un rato en silencio y luego resignadamente<br />

aceptó. "Está bien, mamá. Iré a casa de José Ernesto,<br />

pero antes quiero enseñarle mis regalos a Luisito y ver lo que<br />

los Reyes- le trajeron a él."<br />

"No creo que los Reyes le hayan traído regalos a Luisito,<br />

seguramente se portó mal", opinó de pasada la mujer<br />

mientras salía de la habitación sin mirar a su hijo.<br />

Alberto quedó solo, entregado a sus pensamientos, incapaz<br />

de comprender pero oscuramente consciente de que algo<br />

muy importante andaba mal, porque si de alguna cosa estaba<br />

él seguro era de que Luisito había sido un niño bueno todo el<br />

año. Ayudaba a su mamá en el trabajo levantándose de<br />

madrugada cada día para acarrear el agua del pozo y llevarla a<br />

la cocina. En los días en que se despertaba temprano, Alberto

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