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92 Virgilio Díaz Grullón<br />
sargento Sención supiese que había hecho blanco y le<br />
permitió adivinar el curso de la caída de su presa a lo largo<br />
del alto tronco del árbol, apenas interrumpida durante<br />
brevísimos lapsos por la resistencia de las más gruesas de las<br />
ramas que encontraba a su paso.<br />
Un golpe seco sobre las raíces invisibles del algarrobo<br />
avisó al Sargento que su presa había alcanzado el nivel del<br />
suelo y se hallaba inmóvil, a pocos pasos de distancia, oculta<br />
en la yerba crecida que rodeaba el tronco. Sin proferir<br />
palabras, con un breve gesto de la mano derecha, designó un<br />
par de soldados para que fueran a identificar el objetivo.<br />
Avanzando cuidadosamente, con las armas automáticas<br />
prestas a disparar y la vista fija en la copa del árbol, los dos<br />
hombres se acercaron al tronco separando a su paso con las<br />
culatas de los fusiles la cerrada maleza que se interponía a su<br />
paso.<br />
La exploración fue larga y minuciosa. Desde su posición<br />
el sargento Sención observaba a sus hombres rastrear concienzudamente<br />
los alrededores del algarrobo, detenerse durante<br />
un buen rato con las miradas clavadas en un solo punto,<br />
rascarse con azoramiento las cabezas y retomar lentamente<br />
hasta él con un informe inverosímil:<br />
"Lo que cayó de la mata fue un carajito que no podía<br />
tener fuerza ni pa'cargar la mochila que llevaba, cont'imá el<br />
fusil. . . Y, otra cosa, sargento, vimo un montón de semilla de<br />
flamboyán regá por el suelo, ide dónde habrán salío si esta<br />
mata e'jun algarrobo?"<br />
Sin responder, el sargento Sención se dirigió solo al pie<br />
del árbol para comprobar personahnente la veracidad del<br />
informe.<br />
Allí, con el torso y las piernas formando entre ellos un<br />
ángulo absurdo, con los brazos abiertos en cruz, el cráneo<br />
aplastado y deforme, el rostro cubierto de sangre y la mirada<br />
inmóvil vuelta hacia el cielo impasible, un niño de apenas<br />
ocho años, absurdamente vestido con el uniforme de campa·