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EN LA RUTA DE SU INEXORABLE DESCENSO<br />
En la ruta de su inexorable descenso hacia la tierra, el<br />
cuerpo alcanzó una de las ramas más fuertes del árbol y allí<br />
quedó, apoyado por la cintura, con los brazos, la cabeza y el<br />
tronco de un lado y las piernas del otro, jugando por un breve<br />
instante al equilibrio, mientras Alberto abría los ojos y, como<br />
siempre hacía cuando despertaba, trató de reunir los trozos<br />
dispersos de su conciencia que el sueño había desarticulado.<br />
Tardó, pues, algún tiempo en descubrir la causa que lo había<br />
traído de nuevo a la vigilia: unos golpes contundentes<br />
propinados a la puerta de su habitación.<br />
"Ya voy, ya voy ",murmuró con la voz ronca, que usaba<br />
durante los primeros minutos de la mañana. Se levantó de la<br />
cama, se puso torpemente los pantalones sobre el cuerpo<br />
desnudo y abrió la puerta aún descalzo y con los ojos<br />
semicerrados.<br />
Rafael estaba en el umbral y la excitación c:¡ue adivinaba<br />
en sus movimientos nerviosos y el brillo inusitado que<br />
observó en sus ojos le advirtieron que algo importante<br />
sucedía.<br />
"Entra y siéntate", recomendó mientras señalaba la<br />
mecedora que estaba junto a la cama. Pero Rafael no estaba<br />
en esos momentos para sentarse en mecedoras ni en ningún<br />
otro sitio. Mientras recorría con pasos rápidos la estancia y se