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tercera epoca - revista hispano-america - Frente de Afirmación ...

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38/NORTEELmuseo<strong>de</strong>RamónyCajalPorMiguel<strong>de</strong>AguilarMerloEn febrero <strong>de</strong> 1969 escribí un ensayo sobre el MuseoCajal , situado en Velázquez 144, en una <strong>de</strong> las salascerradas <strong>de</strong>l Instituto Ramón y Cajal. Entonces me llovieron,materialmente , preguntas <strong>de</strong> compañeros sobresi había exagerado la nota <strong>de</strong>scriptiva. Un relato por <strong>de</strong>másirónico y <strong>de</strong>senvuelto. La misma extrañeza <strong>de</strong> misinterlocutores, el <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong>l tema , me hizocompren<strong>de</strong>r que no exageraba cuando creí ver en Cajalun sabio arrinconado , un sabio cada vez más olvidado, unser típicamente <strong>de</strong> museo frío y cerrado.( En otro lugar, en otro instante , a la una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>el sol entraba a raudales por las ventanas . Alzábamosla cabeza y queríamos meter <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros la luz, laluminosidad intensa <strong>de</strong> aquel martes, 16 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong>1970. Se había buscado en la vieja Facultad <strong>de</strong> San Carlos,en Atocha, la misma luz que iluminara la cátedra<strong>de</strong>l maestro , a la misma hora en que él explicaba a susalumnos . La una <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, antaño , veía con guiños<strong>de</strong> ventana las clases <strong>de</strong> don Santiago.)Es un problema <strong>de</strong> siempre. Un problema <strong>de</strong> jurisdicciones,<strong>de</strong> papeleo , <strong>de</strong> escrituras . Un museo , consistenteen sólo una habitación , por falta <strong>de</strong> espacio, mehabía parecido en 1969 insuficiente para su cometido. Ylo manifesté noblemente por escrito. Pero fueron tantaslas exclamaciones que creí haberme excedido. Y pasénuevamente por Velázquez , 144, y hablé con todo el per.sonal administrativo , y a nadie le habían sentado mal missanas intensiones , movidas <strong>de</strong>l interés por Cajal. Preguntési hizo algún comentario <strong>de</strong>sfavorable el director, doctorCarrato Ibáñez. Y la respuesta fue negativa . No podía ser<strong>de</strong> otra manera . Un discípulo <strong>de</strong> Cajal no podía por menos<strong>de</strong> sentirse orgulloso que a alguien no le gustara su"museo", sus frías pare<strong>de</strong>s. El problema era económico.No había espacio , no había dinero, ni tan siquiera visitantes.Sobraba con una habitación, cerrada con llave. Erasuficiente una tumba ignorada , <strong>de</strong> un sabido pasado.(En otro lugar, en otro instante , junio <strong>de</strong> 1970, unaComisión Pro-Cajal, formada -por fin- para salvar loque pudiera salvarse, estaba en la histórica aula IV <strong>de</strong>lmaestro, bajo los guiños y la sonrisa <strong>de</strong> una ventana, parareproducir en nuestras mentes todo un ambiente roto,resquebrajado, sangrante... Y el techo abierto, como elcostado <strong>de</strong> un Cristo, mostraba por todos los lados fragmentos<strong>de</strong> cañas. . . Estaba yo allí, formando parte <strong>de</strong> laComisión Pro-Cajal, con los doctores Luis Ramón y Cajal,García Miranda, Gil y Gil, Aguirre Viani, Bullón Ramírez,Ignacio Izpizúa, Ricardo Galán, Ruíz Heras, González Sánchezy Ricardo Bertolotti. Todos con el mismo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong>restaurar la obra <strong>de</strong> Cajal, su aula , su laboratorio, su biblioteca...que se estaban hundiendo , en el viejo SanCarlos, olvidado <strong>de</strong> todos.)Pero a la espalda <strong>de</strong> nosotros, en el jardín <strong>de</strong> laFacultad <strong>de</strong> Medicina <strong>de</strong> Atocha , en un jardín que en sudía fue hermoso, estaba la estatua <strong>de</strong> Ramón y Cajal, comoun "Quijote" <strong>de</strong> la ciencia, espigado y sombrío. Unmonumento mutilado, <strong>de</strong>crépito, sucio. Una estatua conla cabeza <strong>de</strong>l gran maestro, faltándole lo más noble ycaracterístico. Un corte bárbaro le arrebató la frente, losojos, la nariz. Sólo restaba la boca, la boca silenciosa <strong>de</strong>lmaestro. Cincuenta años <strong>de</strong> <strong>de</strong>sidia y abandono aniqui-

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