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Revista 64 - Aproin

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Con referencia al Plan General, Vigo necesita de un nuevoPlan, pero con planteamientos radicalmente distintos, con objetivosmucho más amplios, con visiones de un ámbito muchomayor, algo para lo que la ciudad sigue sin estar preparadamientras estén al frente de la misma toda una serie de políticosdesconocedores del mundo actual y sus tendencias, conmentalidad puramente provinciana, que nada conocen sobre elparticular, que tampoco les preocupa demasiado y que pierdensu tiempo en utilizar el urbanismo para su particular demagogiay su juego de intereses, sin transmitir, ni a sus funcionarios, nia la ciudadanía la mínima motivación, ni objetivo competitivo alcanzable,ni lucha por captar inversiones, dispuestos, cada vezmas, en una pelea permanente, a ahuyentar todo tipo de interéspor el progreso real de Vigo. A mi entender, a corto y medioplazo, en esta materia, no existe la más mínima esperanza.En cuanto al ayuntamiento de Vigo, han pasado cosas querealmente superan de lejos cualquier planteamiento de ficciónque pudiera hacerse sobre algunos de sus hechos más significativos.Lo cierto es que con la cantidad de anécdotas, de todotipo, que uno recuerda, podrían escribirse varios libros, pero amodo de ejemplo voy a recordar una poco conocida:Eran los alrededores de 1980, y como la corporación de GarcíaPicher había tomado la decisión, aceptada desde Madrid,de que Vigo fuera sede de los mundiales de fútbol de 1982, letoco al nuevo alcalde, Manuel Soto, llevar adelante el asunto, loque suponía una importante reforma del estadio de Balaidos.En aquel momento, un equipo de técnicos municipales,compuesto por Enrique Acuña, Paulino Pampillón y por mi, llevábamosya un tiempo con abundantes trabajos preparatorios,en contacto con el equipo técnico de control de la organizacióndel mundial, al mando del arquitecto Cuadra Salcedo, coordinadospolíticamente por el conocido Antonio Nieto Figueroa“Leri”, quien a trabajo, ilusión y amor por el deporte, no le ganabanadie, al menos en el ayuntamiento.Como casi siempre, el Concello no tenía un duro, pero elnuevo alcalde estaba empeñado en que el proyecto lo llevasea cabo un arquitecto de su confianza y partido, que por hacerdicho proyecto pedía la nada despreciable cantidad, entonces,de 20 millones de pesetas, un dinero del que el Ayuntamientono disponía, cuando el equipo técnico municipal estaba dispuestoa hacerlo sin cobrar un duro, salvo las correspondienteshoras extras y el pago de los gastos que el proyecto representaba,en total unos 3 millones de las antiguas pesetas.Ante la imposibilidad de afrontar los 20 millones y con el correspondientecabreo de no poder ir adelante con los faroles,el alcalde impuso la condición de que si el proyecto debíanhacerlo los técnicos municipales, que fuera a costa de ellos,pues si él no podía gastarse 20 en traer al arquitecto que leapetecía, tampoco iba a gastarse 3, cantidad que ya se cobraríacuando empezase a llegar el dinero para la ampliacióny reforma del estadio. Ante tamaña ocurrencia, y en un másdifícil todavía, se acordó que los funcionarios, Enrique Acuña(arquitecto municipal), junto a Paulino Pampillón y Miguel Font(aparejadores municipales), fueran a Caixanova, donde Enri-

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