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En nombre del folclore - Rolling Stone

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Doctor en soledadesIEl tren que llevó a los Chavero en dirección norte había sido, en suscomienzos, una empresa osada, casi un capricho <strong>del</strong> sanjuanino Sarmientoque el tucumano Avellaneda había inaugurado con bombos yplatillos, convencido de que la extensión de los rieles entre Córdoba ysu sitio natal redundaría a favor <strong>del</strong> progreso nacional. Desde aquellainauguración en 1876 hasta ese agosto de guerra europea, la importancia<strong>del</strong> ferrocarril <strong>del</strong> norte había ido en aumento. Los ingenios azucarerosvenían cambiando el perfil de la provincia y, por extensión, de todoel norte argentino. El azúcar explotaba por todos lados y las formaseconómicas <strong>del</strong> Alto Perú eran violentamente reemplazadas por las nuevasindustrias agrícolas. <strong>En</strong> ese contexto, el ferrocarril revelaba su verdaderafunción: llevar gente de acá para allá, pero sobre todo cargar lasingentes riquezas <strong>del</strong> azúcar, entre la zafra y la industrialización <strong>del</strong> producto,para luego llegar lo más abundantemente posible al mercado.Todo esto lo entendería Héctor unos años más tarde, si bien ahorapodía escucharlo de boca de sus padres, a medida que el tren iba escalandoel país y en cada parada, algunas francamente desérticas, decenasde niños corrían descalzos con sus canastas de empanadas de polloy sus chucherías para venderle al viajero. Para un chico de nueveaños ––Héctor cumpliría los diez en Tucumán––, las novedades se sucedíanvertiginosamente, y un paisaje natural y social diferente <strong>del</strong> <strong>del</strong>a pampa se desplegó, todo de golpe, ante sus ojos. Ya con sólo ingresara territorio cordobés las diferencias saltaban a la vista: el terrenose volvía irregular, el verde ya no era tan definido, las alambradas noestaban tan espaciadas y los trigales escaseaban. Una vez en Tucumán,45sin pausa, para luego embalarlas rumbo a Rosario, donde las mejoresrefinerías hacían de tanto sudor el producto más satisfactoriamenteconsumido en todo el país, empezando por la caudalosa ciudad de BuenosAires. Si antes decir azúcar era remitirse a Cuba y otros sitios tropicales,ahora la esencia de lo dulce brotaba <strong>del</strong> interior argentino,para que los propios argentinos, especialmente los urbanizados, se alimentaranmás y mejor. Símbolo de crecimiento económico para provinciasque antes no contaban en el mundo de los negocios, el azúcaratraía capitales nacionales y extranjeros. Era el astro en torno <strong>del</strong> cualgiraban, como satélites, zonas muy pobres. De estas emigraban loshombres jóvenes ––a veces en yunta familiar––, dispuestos a deslomarseen los ingenios.2 Por lo tanto, Tucumán no era sólo Tucumán; erabuena parte <strong>del</strong> Norte concentrado en la provincia más pequeña y productivade la región.Los Chavero se instalaron en una modesta casa en Muñecas, cercade Tafí Viejo. <strong>En</strong> principio, el plan era vivir allí unos tres o cuatromeses, aprovechando las licencias con goce de sueldo que el CentralArgentino le debía a Juan Demetrio. ¿Largas vacaciones, como le habíacontado el padre a sus hijos? ¿O un intento, finalmente fracasado,de cambiar de vida, de trocar la estación de Roca por alguna otra másventurosa, ya que el Norte daba algunas señales de prosperidad? Héctornunca lo sabría. <strong>En</strong> Roca había terminado el cuarto grado ––esoseran todos los grados con los que contaba aquella escuela de campo––y no tenía la menor idea de cuándo empezaría el secundario. Por lopronto, su padre iba de acá para allá, visitando primos y amigos de laestación El Cadillal. Y acaso también tanteando la situación. Años después,en su segundo libro, Héctor aludiría a esa breve estadía tucumanaen términos duros: «Cuando chango, la pobreza me condenó condiversos remiendos. Vivía con mi familia en el barrio de los pobres, quese salvaba de ser suburbio por la gracia de los prados y el río, por elcampo, que comenzaba justamente ahí donde el pueblo acercaba suscalles a beber el agua inquieta <strong>del</strong> Korimayo».3

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