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En nombre del folclore - Rolling Stone

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occidental de la conquista: «¿Por qué me culpas sin saber la causa <strong>del</strong>actual estado en que me veo?/ El siempre victorioso Moctezuma, abandonadosu decoro regio/ hierros arrastra: para tal mudanza/ gran causadebe haber».14El otro libro heredado con el que Héctor se apasionó fue Historiageneral <strong>del</strong> Perú <strong>del</strong> Inca Garcilaso de la Vega. Desde el prólogo, el tonode aquel texto era de una sugestiva empatía para con el rey destronado.Si era cierto que los incas habían dominado todo el noroeste <strong>del</strong>o que sería la Argentina, y que las huellas de sus rutas más lejanas sehallaban en la provincia de Córdoba, entonces era verdad lo que JoséDemetrio no se había cansado de contarle a sus hijos: que el quechuasantiagueño era hijo directo <strong>del</strong> que hablaba Atahualpa, el último <strong>del</strong>os reyes incas. Y que entonces algo de aquella cultura ––un «algo» seguramentepequeño, desperdigado en palabras, pero de inmensa significaciónpara la identidad de aquel muchacho–– se había salvado <strong>del</strong>genocidio aborigen.Dos reyes históricos se parapetaban, uno al inicio y otro al final <strong>del</strong>drama, como guardianes de la memoria hecha literatura: el inca CápacYupanqui en el origen, cuando la expansión <strong>del</strong> imperio respondía, segúnla visión <strong>del</strong> autor, a la magnanimidad y buen ánimo de aquel rey,y hacia el final <strong>del</strong> incanato el cruel y tiránico Atahualpa, derrotadopor Pizarro, pero aun así, en la caída, portador de cierta honra ante la55bres. Por eso alentó a Héctor a que se hiciera socio <strong>del</strong> Club Inglés deJunín, donde el muchacho tomó algunas clases de tenis, mientrasaprendía a intercambiar puños en el Club Firpo. <strong>En</strong>tre los puñetazostirados por Charles Murray ––uno de los tantos ingleses que se aventurabanpor los pueblos bonaerenses–– y los dobles mixtos con MarinaDíngevan, Héctor llegó a destacarse en ambos deportes, y por unmomento se le cruzó por la cabeza la ilusión de vivir de alguno de ellos.Esta ilusión se avivó cuando le ganó un single al hijo <strong>del</strong> jefe inglésde los talleres ferroviarios, Willy Thompson. Willy era el favorito pararepresentar a Junín en el Lawn Tennis de Buenos Aires. Pero el triunfopronto se devaluaría al no poder Héctor costearse el viaje a la Capital.Otra vez el cerco, que no ahorcaba pero limitaba. Escribiría muchosaños después, en sus memorias: «Los amigos me dijeron: “Thompsondebe ganar, por su condición social, porque juega bien, y porque puedeir y representarnos inmejorablemente. Dejate ganar por él”. Yo penséque debía ser así, pero en el club mi temperamento y mi orgullo fueronlos que dijeron la última palabra: le gané a Thompson. Con dificultad,pero le gané. Consecuencia, no pude viajar a Buenos Aires porque notenía ni para comer. Otro viajó por mí. Y estaba bien que así fuera. Yopagaba mi gran impuesto a la pobreza».13Sólo el hijo de un jefe de estación podía entender como pobreza elhecho de no poder representar al Club Inglés en un certamen capitalinode tenis, el deporte de las clases altas. Así había sido criado Héctor:con el orgullo de un criollo de vieja cepa. Pero había límites infranqueables,eso era claro. No obstante, no todo sería decepción. Lo quetempranamente estaba descubriendo Héctor en sus quince años eraque, más allá de esa clase de revés ––abundarían en la vida <strong>del</strong> jovenanécdotas como la de la frustración deportiva––, su padre le había dejadoalgo que tal vez ni Willy Thomson ni ningún otro compañero deJunín tenía, al menos de un modo tan dispendioso: el amor por la lectura,y desde ahí, el sueño de ser escritor.Al final de tanto ajetreo y mudanza, los Chavero habían conservadolos baúles literarios <strong>del</strong> jefe de la familia. El contenido fue definitivamentevolcado a la pequeña biblioteca que Héctor se fabricó ensu habitación, ya que ni María <strong>del</strong> Carmen ni Demetrio Alberto manifestabantanto gusto por los libros. Poesía <strong>del</strong> Siglo de Oro español––la misma que se había derramado en tiempos de la Colonia, para

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