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En nombre del folclore - Rolling Stone

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de raíz nativa. Por su parte, las primeras peñas <strong>del</strong> género, como la SociedadArgentina de Arte Nativo o Leales y Pampeanos, ampliaron elradio de difusión de lo tradicional, a la vez que abrieron progresivamentela perspectiva geográfica y social de lo nativo.12Con el paso de los años, Héctor tendería a idealizar aquellas presenciasmusicales, al considerarlas más fidedignas o auténticas que lasque más tarde signarían masivamente la oferta de música popular: «Lascalles porteñas parecían respirar un aire de chañares florecidos, un aromade churquis y poleos, un acento de guitarras nostálgicas, un retumbarde bombos auténticamente legüeros».13IIIEl principiante intentó ganarse la vida bajo ese aire de chañaresflorecidos que parecía haber impregnado buena parte de la ciudad.Fue el comienzo de un peregrinar incesante, primero en los confines76pidamente, revistas y partituras para guitarra.22 Metódico para la músicay la poesía, no lo era para la economía doméstica. No sólo era pobre:era desaprensivo con el dinero, incapaz de pensar por encima desu presente absoluto. <strong>En</strong> síntesis, si quería vivir de su guitarra debía entoncesampliar su radio de acción, evitar convertirse en un vagabundode ciudad.Con estas cavilaciones en mente, Héctor decidió hacer viajes periódicosa su pago. No con el fin de asentarse nuevamente en Junín, sinopara visitar a mamá Higinia y a los hermanos ––estos ya tenían hijos,y entonces él era tío––, a los compañeros <strong>del</strong> diario y la escribanía,a los bolicheros que en cierto modo lo habían descubierto en el arte <strong>del</strong>a guitarra. También para pedir algunos pesos allí donde quizá se lospudieran dar ––esto se interrumpiría bruscamente con la crisis <strong>del</strong> 30––o al menos recuperar el hábito de comer todos los días y no de manerasalteada como lo estaba haciendo en Buenos Aires.Fue en uno de esos regresos que se enteró de que su prima MaríaAlicia, con la que había sabido jugar de niño, estaba viviendo en la Capitaltrabajando de mucama. Aparentemente, a la chica no le iba muybien. Intentaba reponerse de un fracaso amoroso, y prácticamente habíahuido de Casilda, la localidad santafesina donde vivía y en la cualhabía quedado embarazada en 1923. Se acababa de mudar a la Capitalcon su hijo, el pequeño Juan Bautista. Higinia estaba al tanto de lasituación, ya que María Alicia era hija de su cuñada, Rosa Chavero.Alentado por su madre, Héctor volvió inmediatamente a Buenos Airespara encontrarse con su prima. Habían pasado unos cuantos años, peroel afecto seguía vivo. Claro que los chicos habían crecido: los primosse acostaron y empezaron a vivir juntos.María Alicia Martínez fue la primera mujer con la que Héctor mantuvouna relación más o menos estable. Si bien sería prácticamente imposiblesaber hasta dónde llegaron los sentimientos, lo cierto fue queHéctor no sólo aceptó a Juan Bautista «Tolo» como a un hijo propio,sino que embarazó a María Alicia tres veces, la primera en octubre de1930. El 13 de abril de 1931, con Alma Alicia a punto de nacer, HéctorRoberto Chavero y María Alicia Martínez contrajeron matrimonio.<strong>En</strong> el espacio asignado a la profesión <strong>del</strong> novio él anotó: «periodista».23Los años venideros no serían sencillos ni apacibles para la pareja.Ella vivía en Buenos Aires, en una pensión de la avenida Belgrano al3000, y él iba y venía, más ansioso por conocer verdaderamente el paísal que hasta entonces le venía cantando con imaginación que por cons-79escuchar a uno de sus ídolos en vivo, tenía que ponerse en campaña.Y así fue. Con un peso más veinte centavos que había logrado ahorrara lo largo de una semana de guitarreadas compró una entrada, dejó suinstrumento en la casa de un amigo y se aprestó a disfrutar de la vozde Gar<strong>del</strong>. «Disfruté durante casi dos horas. Yo, que nunca fui tanguero,

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