11.07.2015 Views

En nombre del folclore - Rolling Stone

En nombre del folclore - Rolling Stone

En nombre del folclore - Rolling Stone

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

muy despierto, ávido de información, como correspondía a un hombrede prensa. Estaba bien enterado de lo que pasaba más allá de los límites<strong>del</strong> pueblo. <strong>En</strong> ese sentido, sabía que los tangos tenían autores ycompositores, así como un intérprete fuera de serie llamado CarlosGar<strong>del</strong>. Y que la inmensa mayoría de la música que la gente consumíay celebraba llevaba firma, incluso en los casos de especies denominadasfolclóricas.Si en el cuarto de pensión ensayaba sus bordoneos y rasguidos y probabalos caminos que abría un re menor, era porque sabía que la guitarrapodía revelarle un menú de nuevas posibilidades. Sólo faltaba la ocasión,la excusa para ordenar esas búsquedas y sellarlas con su <strong>nombre</strong>,con su propio <strong>nombre</strong>. La excusa se hizo presente una mañana de 1926,cuando su madre le leyó una carta recién llegada de Tucumán, en la que,entre otras cuestiones, les avisaban que Anselmo, aquel indio a cuya modestacasa Héctor y sus compañeros de juego solían acudir, había muerto.«Movido por la nostalgia, idealicé las caminatas hacia lo de Anselmoy escribí mi primera canción. Tenía entonces dieciocho años. Fue el cieloazul profundo el que hizo nacer aquellos versos. Con Anselmo volvíanesos fines de invierno, con un solcito tibio y los cerros azules, enormes,como si pudiéramos tocarlos con las manos.»3«Camino <strong>del</strong> indio» ––o «Caminito <strong>del</strong> indio», según figura en losregistros–– sería catalogada como «canción andina». Las referencias almundo aborigen provenían más de las lecturas adolescentes que de uncontacto directo con «la pena <strong>del</strong> indio». <strong>En</strong> cierto modo, Héctor lo-69de la mano de Ramón Cárdenas, mientras trababa nuevas amistadescon sus compañeros Moisés Díaz y José Pedro Gallardo. También conocióa Moisés Lebensohn. Con los años, Moisés sería un referente <strong>del</strong>radicalismo. Ya entonces compartía su pasión política con quien quisieraescucharlo. <strong>En</strong> un improvisado auditorio, mientras las rotativashacían su marcha de fondo, el joven Chavero escuchó al futuro tribunopromover su doctrina, la misma que, con palabras no tan efusivas,le habían transmitido su padre y su abuelo.Indudablemente, más allá <strong>del</strong> rigor que demandaba el trabajo periodístico,lo que Héctor más rápidamente aprendió fue a saborear losentretiempos de aquella profesión. Los periodistas ––y desde entoncesy hasta bien entrados los treinta Héctor se consideraría en buena medidaun periodista–– participaban de una forma de camaradería bastanteespecial. Los unía el cúmulo de noticias que día tras día inundabala redacción, dándoles indirectamente una perspectiva de su propialimitación ante el paso <strong>del</strong> tiempo. Acaso como respuesta ante esta impresión,los periodistas se ejercitaban en las lides de la amistad y en esoque por entonces llamaban bohemia. Por añadidura, el tuteo con lasnoticias los convertía el personas mundanas y enteradas, más aún enun ambiente de provincia, donde la vida parecía transcurrir más lentamente.Como fuera, el cotidiano en una ciudad de escala intermedia entrelos sitios despoblados de su infancia y ese «hormiguero pateao» llamadoBuenos Aires se le presentó a Héctor Chavero como un apropiadoaprendizaje, una etapa de transición cuya duración no tenía por quéser corta. Por lo pronto, ya no era el chico de los caballos y los rodeos.O no sólo eso; el periodismo, aun ejercido de modo tan indirecto, lefue dando una dimensión nueva de la vida.Las veces que no trabajaba, Héctor tenía dos posibilidades: o sequedaba en la pensión leyendo un rato y ayudando a Higinia en lo queesta precisara, o se sumergía en el mundo de la guitarra. Después detodo, él ya era un músico. Algunos domingos, a los postres <strong>del</strong> fútbol,en el club se hacían rondas de canciones. Y si el local ganaba algúnpartido, la ronda era más extensa de lo habitual. <strong>En</strong> esas oportunidades,el <strong>nombre</strong> de Héctor Chavero sonaba alto, y entonces la comisióndeportiva le hacía caso al clamor de los simpatizantes: el tipógrafo salía

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!