11.07.2015 Views

En nombre del folclore - Rolling Stone

En nombre del folclore - Rolling Stone

En nombre del folclore - Rolling Stone

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

en que él decidió vivir en Buenos Aires.Reproduciendo sobre el escenario un auténtico rancho norteño yrodeado de buenos bailarines, cantantes e instrumentistas, Chazarretasupo sorprender y <strong>del</strong>eitar al público de Buenos Aires, tanto a los intelectualesnacionalistas ––siempre ansiosos por encontrar un antídotocontra el cosmopolitismo de la ciudad–– como al público sencillo,de base criolla, que aún habitaba la Capital, más allá de la hegemoníainmigratoria. La gran novedad introducida por Chazarreta en 1921, segúnle contó Luna a Héctor, consistió en presentar, por primera vez enun escenario porteño, un conjunto de danzas y canciones trabajosamenterecopiladas en los años anteriores, cuando, como maestro y músicoaficionado, el artista santiagueño había recorrido buena parte desu provincia buscando huellas <strong>del</strong> pasado entre la gente más humilde.Ya había mostrado el espectáculo en su provincia y en Tucumán, y losecos habían sido diversos, con algunas reacciones airadas ante lo quealgunos creían era una intromisión de la vulgaridad en los dominios<strong>del</strong> teatro serio.Zamba y gato, palito y chacarera, malambo y escondido: los cuadrosde aquel elenco pusieron a los porteños en contacto directo, si bien me-75José Ramón Luna vivía en Villa <strong>del</strong> Parque, y allí se dirigió Héctorno bien descendió <strong>del</strong> tren. Según relataría muchos años después, noquiso conservar esos 25 centavos que llevaba en el bolsillo, en un gestode tonta soberbia («O entro con mucho, o entro sin nada»), y decidiócaminar hasta lo <strong>del</strong> periodista: «Pasé por Plaza Irlanda, calle Nazca…No llegaba nunca. Me topé con la pampa otra vez, de allí de dondevenía. Por haber tirado los 25 centavos, cuando por 10 podía haber llegadomás rápido».8La primera imagen que Héctor tuvo de Luna lo marcaría para todala vida: un hombre de mediana edad, acostado desde hacía variosdías ––según le confesaría más tarde––, rodeado de libros, todos al alcancede la mano, dos jarras de agua y un mate irremediablemente frío.Era una linda imagen. <strong>En</strong> sus semanas de franco, Luna se pasaba díasenteros sin salir de la cama, lo que era decir sin dejar de leer hasta queel cuerpo se convertía en una suerte de gran libro, de suma cultural.¿Un mo<strong>del</strong>o a seguir? Alguna vez, Héctor intentaría lo mismo, perosin lograrlo: su espíritu era demasiado andariego para dejarse atar a esaforma monacal de la bohemia.9Más allá de la impresión positiva que Héctor produjo en quien supuestamentedebía ubicarlo en el mercado de trabajo, Luna no le teníareservado ningún puesto ni nada que se le pareciera. Sólo podía recomendarlopara que hiciera, sin firmar, algunas colaboraciones esporádicasy, eso sí, el anónimo batallar <strong>del</strong> taller. No faltaría para Héctor laocasión, sin duda inestimable, de editar su primer poema en un medioporteño: «Canillita». El texto empezaba: «Canillita, pirata <strong>del</strong> tranvía…», para demorarse en la descripción de esos chicos que en horasde la madrugada vendían los diarios y desayunaban una taza de cafécon leche en la vereda.10 Por cierto, Héctor solía conversar con los canillitas,generalmente de cosas de campo, ya que muchos de esos chicoshabían nacido en pueblos de la provincia, igual que él.Fue entonces, a través de estos eventuales encuentros y <strong>del</strong> contactocon buena parte <strong>del</strong> ambiente periodístico, que Héctor Chavero hizoun descubrimiento destinado a tener gravitación en su rumbo intelectual:muchos de los porteños que acababa de conocer, y de los queconocería en los años siguientes, eran en verdad provincianos. Esto significabaque no todos habían bajado de los barcos, como creyó la primeravez que estuvo en Buenos Aires. Las visitas al diario le permitieronvolver a ver al santiagueño <strong>En</strong>rique Almonacid, compañero deLuna en la sección Policiales, y a frecuentar a los hermanos Ferreyra,74

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!