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Valerie Tasso. Diario de una ninfómana

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ebido unos cuantos mientras me estaba esperando. Cuando me ve, sonríe pero<br />

no me dice nada y tengo que iniciar yo la conversación. Resulta ser un ingeniero<br />

aeronáutico, padre <strong>de</strong> familia (como todos) que se siente solo. No es nada guapo.<br />

Para ser sincera, físicamente es bastante repulsivo, pero tiene un no sé qué que le<br />

hace carismático. Cuando me siento a su lado, me quedo pasmada <strong>de</strong>l efecto que<br />

le produzco. Se pone literalmente a temblar. Me confiesa que tiene mucho miedo y<br />

eso me enternece, así que intento tranquilizarle y pasamos a la suite, don<strong>de</strong> se<br />

quita la ropa furtivamente, se mete en la cama y se tapa completamente para que<br />

no pueda ver su <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z. ¡Empezamos bien! Pienso que, actuando así, va a ser<br />

otro fracaso sexual, pero... Resulta ser maravilloso. Me corro sin tener que fingir.<br />

Me gustan sus caricias en todo el cuerpo.<br />

Es un verda<strong>de</strong>ro experto <strong>de</strong> la anatomía femenina, hasta dudo <strong>de</strong> que el hombre<br />

que se encuentra en la cama conmigo sea el mismo al que he visto minutos antes<br />

en el salón.<br />

Cuando acabamos, y mientras se está duchando, cojo mi bolso, saco mi<br />

mone<strong>de</strong>ro y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> contar los billetes, le tiendo 50.000 pesetas.<br />

—¿Qué es eso? —me pregunta, incrédulo, friccionándose enérgicamente la<br />

espalda con<br />

la toalla.<br />

—El reembolso <strong>de</strong> lo que le has pagado a Susana para estar conmigo —le<br />

susurro, para que no me oigan los micrófonos.<br />

—¿Qué...?<br />

—¡Lo que oyes! Por favor, ¡cógelo!<br />

—Pero ¿por qué?<br />

—Para agra<strong>de</strong>certe este momento. Hoy invito yo. ¡Pero no te acostumbres... y ni<br />

<strong>una</strong> palabra a Susana! —y le sonrío.<br />

Tengo que insistir para que coja el dinero, porque no hay forma <strong>de</strong> que lo acepte.<br />

—Des<strong>de</strong> luego, cada vez entiendo menos a las mujeres. Al irse con el dinero, le<br />

murmuro:<br />

—No hay nada que enten<strong>de</strong>r.<br />

Más bien me lo estoy diciendo a mí misma porque, a<strong>de</strong>más, ni siquiera es mi tipo.<br />

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