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Valerie Tasso. Diario de una ninfómana

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—Rijas.<br />

—¿Cómo?<br />

—Jaime'Rijas —y se pone a buscar en un cajón hasta sacar <strong>una</strong> tarjeta <strong>de</strong> visita y<br />

entregármela—. Bueno, <strong>de</strong> todas formas ya hablaré con ellos.<br />

—Se pue<strong>de</strong> dirigir al señor Andrés Martínez. Era mi jefe.<br />

—Bien. —Y apunta el nombre <strong>de</strong> Andrés bajo mi historial—. Obviamente —<br />

aña<strong>de</strong>—, <strong>de</strong>bo confesarle que usted no es la única candidata que postula para el<br />

puesto. Ya he visto a <strong>una</strong>s cuantas personas y todavía me quedan tres aparte <strong>de</strong><br />

usted. Como compren<strong>de</strong>rá, no quiero equivocarme y pretendo hacer la elección<br />

a<strong>de</strong>cuada.<br />

—Sí, entiendo, pero creo que me he equivocado en acudir a la entrevista. Si le<br />

digo la verdad, no sé si el puesto que usted me propone me resulta conveniente.<br />

Siempre he trabajado en publicidad. Tendría que pensármelo. ¿De qué retribución<br />

estamos hablando?<br />

—Unas doscientas cincuenta mil pesetas brutas al mes.<br />

—Bueno, la verdad, señor Rijas, es que ese sueldo no es lo mejor que me han<br />

ofrecido.<br />

—Es el dinero que estamos dispuestos a pagar para unos meses <strong>de</strong> prueba, y que<br />

revalorizaremos al firmar el contrato <strong>de</strong>finitivo, señorita. Evi<strong>de</strong>ntemente, no incluyo<br />

las dietas ni la pequeña comisión que le podríamos ofrecer si su gestión con los<br />

clientes influye en la firma <strong>de</strong> un contrato.<br />

—Comprendo. Bueno, le agra<strong>de</strong>zco que me haya recibido y me haya brindado la<br />

oportunidad <strong>de</strong> postularme para este puesto.<br />

—¿Le puedo hacer otra pregunta, señorita?<br />

Acaba <strong>de</strong> reincorporarse en su sillón con un aire mucho más serio que al principio<br />

<strong>de</strong> la entrevista.<br />

—Sí, por supuesto.<br />

—¿Está casada?<br />

No me sorpren<strong>de</strong> <strong>de</strong>masiado que me pregunte eso. Muchos lo suelen hacer.<br />

—No, señor. No estoy casada ni tengo hijos.<br />

—¿Tiene novio?<br />

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