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Después la tia se marchó junto a tantos otros emigrados que habían vuelto<br />
a su tierra, en conmemoración del año santo. El pueblo retomaba a sus<br />
quehaceres ancestrales, el devastado progreso tropezaba con algunos<br />
escollos todavía. Las actividades sociales y de esparcimiento quedaban<br />
circunscriptas en tomo a la iglesia y sus ceremonias. Nacimientos, funerales,<br />
bodas, procesiones y bautismos.<br />
La gente de mi pueblo no era de las más creyentes de aquellas comarcas,<br />
pero concurría a misa en los días preestablecidos. Don<br />
Vicente, nuestro sacerdote, desde el pulpito, hostigaba con sus<br />
sermones y trataba de inculcamos el temor a un dios que, sentado..(<br />
continuará en el próximo número)<br />
Anabella Fortugno<br />
Escritora
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