REVISTA MUNDO PLURAL NRO 9

Fue necesario, a partir de entonces, modificar los accesos a los estadios
para que los hinchas de uno y otro equipo no se crucen en las cercanías de
la cancha, porque lo más probable era que se armaran peleas. Al principio
eran golpes, luego evolucionaron (¿o sería mejor poner “involucionaron”?) al
uso de armas, ya sea blancas o de fuego.
Empezaba a ser fundamental tener operativos policiales organizados con
anticipación para evitar los cruces. Estos operativos cada vez necesitan más
efectivos y más móviles y recursos y nunca alcanzan.
Se tomaron medidas absurdas en su momento para intentar solucionar el
problema. Por ejemplo, cuando promediaba el segundo tiempo de los partidos
se escuchaba a la voz del estadio decir “Se le informa a la parcialidad
del equipo “X” que luego de finalizado el encuentro deberán permanecer en
el estadio hasta que se retiren los del equipo otro equipo”.
Pero, lógicamente, los que querían pelearse, se peleaban igual, porque salían
del estadio y en lugar de volver a sus casas se quedaban en algún lugar
en donde pudieran enfrentarse con los contrarios.
Y toda esta mal llamada “pasión” terminó convirtiéndose en una locura desmedida
e injustificada que llevó a desvirtuar totalmente lo que era hace tiempo
ir a ver un partido de fútbol.
Cuando ya no fue suficiente con los operativos policiales y las medidas preventivas,
los dirigentes del fútbol argentino pensaron en esa famosa lógica
que dice “para que dos se peleen los dos tienen que querer hacerlo” entonces
si sacamos a uno de los dos, listo, no hay pelea. FUERA LOS VISITAN-
TES.
Increíblemente uno puede ir a ver a su equipo solamente cuando juega de
local… ya no tiene más sentido aquel viejo cántico de cancha que decía “…
y te sigo siempre a todas