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LA MISTERIOSA MUJER<br />
Una mañana de Octubre de 1986, el tren llegaba a<br />
la estación, Lucrecia lista a subir con una pequeña<br />
valija de cartón y un bolso en mano, salió rumbo a<br />
Buenos Aires o a la Capital, como decía.<br />
La despedida fue dura, un prolongado abrazo y un<br />
montón de consejos, consejos de viejos sabios que<br />
a pesar de no haber salido de su pueblo tenían<br />
experiencia de vida.<br />
El viaje fue largo, el termo y el mate fueron sus<br />
compañeros, paso la noche mirando por la ventanilla,<br />
de tanto en tanto por sus mejillas corrían<br />
lágrimas de dolor y temor, dolor por alejarse de<br />
sus seres queridos y temor por ser su primera<br />
aventura.<br />
Lucrecia nunca había viajado, esa era la primera<br />
vez que se alejaba del hogar paterno, su consuelo era llegar a la Capital y re encontrarse<br />
con su hermana Amparito que hacía varios meses se encontraría en Buenos<br />
Aires.<br />
No podía dejar de pensar en las palabras de su madre que mientras la abrazaba,<br />
llorando le aconsejo. “Usted mi hijita no hable con gente extraña, vaya calladita la<br />
boca, muestre lo que su madre le enseño, sea obediente y nunca olvide lo que<br />
aprendió” que no anden diciendo por ahí que la Lucrecia es una mala persona, no<br />
no mi hijita, usted siempre calladita la boca, que seguro alguna patrona la estará<br />
esperando al bajar en Retiro. Y no sea ingrata como su hermana, que desde diciembre<br />
1985 que viajo nunca más tuvimos noticias de ella, jamás recibimos una carta<br />
para contarnos lo bien que esta, seguramente ya se adaptó a la capital y a su gente<br />
y no recuerda más a su pueblo y mucho menos a sus familiares, esas palabras resonaron<br />
toda la noche en sus oídos.<br />
Luego de muchas horas de viaje, ya casi al día comenzó aparecer ante sus ojos altos<br />
edificios, avenidas y transportes que casi no conocía, comenzó a soñar, a soñar despierta<br />
mientras con su mano en el bolsillo apretaba el viejo rosario de comunión<br />
que su abuela le había regalado para que la proteja y cuando se sintiera triste le<br />
pida a Dios que la acompañe.