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Afortunada - Alice Sebold

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estuviéramos probando, nos iba<br />

demasiado ajustada. Si mi hermana se<br />

quejaba, mi madre decía: «Mary, no sé<br />

por qué insistes en llevar los pantalones<br />

tan ceñidos que no dejan nada, pero<br />

nada, a la imaginación».<br />

Nos sentábamos con las piernas<br />

cruzadas. Llevábamos el pelo limpio y<br />

peinado hacia atrás por encima de las<br />

orejas. No se nos permitía llevar<br />

vaqueros más de una vez a la semana<br />

hasta que empezáramos el instituto.<br />

Teníamos que ir con vestido al colegio<br />

al menos una vez a la semana. Los<br />

tacones estaban prohibidos, excepto los<br />

zapatos de salón Pappagayo, que eran<br />

ante todo para ir a la iglesia y cuyo<br />

tacón no excedía los cuatro centímetros.

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