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Antología concurso Ángel Ganivet 2018

Primera Edición: febrero 2019 Textos: Hugo Gastón Irigaray, Francisco J. Jariego, José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas, Adriana Silvia Vaninetti, Pablo Loperena López, William Antonio Argüello Bernal, Jesús Carlos Ruiz Suárez, Javier Álvarez, Adolfo Eloy Villafuerte Caicedo, Mercedes Duarte Alvarado, Benito Pastoriza Iyodo, Mar Correa , José Manuel Fernández Argüelles, Anahí Almasia, Mariana Sández, Eduardo Fernán-López, Juan Ángel Cabaleiro, Jorge Rafael Castagna, Cintia Mannocchi, Estefanía Bernabé Sánchez y Salomé Guadalupe Ingelmo.

Primera Edición: febrero 2019

Textos:
Hugo Gastón Irigaray, Francisco J. Jariego, José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas, Adriana Silvia Vaninetti, Pablo Loperena López, William Antonio Argüello Bernal, Jesús Carlos Ruiz Suárez, Javier Álvarez, Adolfo Eloy Villafuerte Caicedo, Mercedes Duarte Alvarado, Benito Pastoriza Iyodo, Mar Correa , José Manuel Fernández Argüelles, Anahí Almasia, Mariana Sández, Eduardo Fernán-López, Juan Ángel Cabaleiro, Jorge Rafael Castagna, Cintia Mannocchi, Estefanía Bernabé Sánchez y Salomé Guadalupe Ingelmo.

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sediento y él mismo lamentó que no hubiese más cerveza con la que quitarse la<br />

sequedad y el mal sabor de boca. Segovia, colocándose los rollos de dinero en los<br />

bolsillos de la camisa descosida, dio los trece pasos de rigor antes de disponer el<br />

muñeco a la distancia de ciento treinta metros, una cuadra más o menos. En verdad,<br />

todos en la pulpería sabían que justo entre la entrada al local y el sauce se completaba el<br />

recorrido. De todos modos, Segovia era muy correcto. Algunos jinetes más ya se<br />

preparaban y otros tantos hipaban por la ginebra caliente, voceando como borrachos:<br />

“Mi caballo es el mejor”.<br />

Jesús miró fijo a los ojos del inglés. Sonrió, seguro y pedante, cuando, tirando<br />

firme de las crines ennegrecidas, le demostró a Robert la bravura de su tordillo nevado.<br />

—Si no fuera mío y estuviera bien mansito, cualquiera podría decir que corre<br />

como un salvaje.<br />

Las consonantes sonaban con la cadencia de una afortunada embriaguez, aquella<br />

que te aplasta pero no llega a tumbarte del todo.<br />

—Seguro que su caballo es bueno, pero el mío es único.<br />

Robert acarició el hocico del animal demostrando solamente cariño.<br />

Segovia ajustó el hilo a los palos, cuidó que no existiese desnivel o cascote en el<br />

terreno y les pidió a los corredores que se alejaran un poco. Aunque los paisanos más<br />

jóvenes consideraban que el método “de media vuelta” o “de culata” estropeaba la<br />

velocidad a los animales, nadie convencía al arriero de que se cambiara por otro. Don<br />

Jaime, el segundo juez de raya, acercó su banquito de madera a la sombra del sauce y se<br />

sentó a esperar mientras ataba y volvía a atar un piolín al chiripá blancuzco.<br />

Los parejeros marcharon hacia atrás unos quinientos metros. La paisanada<br />

seguía al paso cansino mientras inspeccionaba las patas de la pareja de caballos.<br />

Alguien llegó a desconfiar de la conveniencia de la apuesta realizada. “El del gringo<br />

está muy bien cuidado”, se dijo uno, intuyendo que no solo se alimentaba a aquel<br />

animal con pasturas naturales, y que la avena y la alfalfa eran sus platos principales.<br />

“No importa, ese matungo tiene la fiereza de mi hermanita”, se convenció otro al<br />

observar la excelente y brillosa musculatura del alazán. Robert, atento a las miradas,<br />

comenzó a cabriolear con el caballo que —como si supiera— movía elegante su cola<br />

clara, limpia y perfectamente cortada.<br />

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