Un personaje de mi barrio
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
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Jaime A. Valverde Arciniega
describir al instante cualquier cosa, lo que sin duda ayudó a la
pronta aparición del dios del combustible, Huachicóyotl, mismo
que debido a los intereses creados entre los grupos de poder
político en México, no había sido tomado en cuanta desde que
apareció invencible e impune en las redes sociales y en las
plataformas digitales, Facebook, Twitter, Spotyfy, etcétera.
El cronista y con él la crónica, ni es un “magnificador de la
minúscula realidad”, ni es “viudo profesional de la tragedia”, ni es
un “adulador de la vida popular”. El cronista compila
información, la registra, la investiga, la crítica hasta encontrar la
bisagra, lo que articula el cambio de lo que era y que ya pasó a ser
otra cosa, por ello es un fedatario.
Con la aparición de Huachicóyotl, los huachicoleros y los
seguidores de estos, no conformes con tener la protección de este
dios, metamorfosearon no sólo aquella expresión acerca de la
pérdida de identidad de los poblanos, que de “camoteros” pasaron
a ser “huachicoleros”, sino que yendo más allá, transformaron la
advocación católica del Niño Jesús representada por el Santo Niño
de Atocha, tradición de la Nueva España, a la del “Santo Niño
Huachicolero”, donde al de Atocha le quitan de una mano su
canasta y de la otra su espiga de trigo y su garrafita de agua, para
cambiarle estos símbolos, por una garrafa de gasolina en una
mano y una manguera en la otra.
Esta es la “mezquina” realidad, con datos para la historia,
durante los primeros días de gobierno del presidente Andrés
Manuel López Obrador: Huachicóyotl llegó y los mexicanos nos
revelamos ante Él.
Al concluir esta crónica, los mexicanos aún estamos lejos
de saber el origen del dios del combustible, como para elevarlo a
divinidad o abrogarlo; antes habrá que resolver el enigma:
¿AMLO es Huachicóyotl o Huachicóyotl es el fantasma del PRI?
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