Un personaje de mi barrio
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
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Hugo Arturo Cardoso Vargas
Sin duda el frío debió ser tremendo, insoportable al cruzar
Toluca, que apenas merecía el nombre de villa, con sus bajas, muy
bajas temperaturas, especialmente si se está acostumbrado al clima
de 1500 metros menos de altitud. Pero ni el frío ni los peligros de
una carretera, digo, de un camino de terracería expuesta a ser
testigo mudo de los atracos a camiones y demás medios de
transporte doblegaron su decisión. El chofer ni se acordaba de su
carga humana y manejaba como debe de manejarse en un camino
lleno de hoyos, zanjas, oquedades y demás accidentes geológicos
inevitables.
Casi muerto de frío, cansado, con hambre, aporreado por el
viaje y además magullado entre la mercancía que transportaba la
unidad que lo trajo desde su lugar de origen -a sólo 100 kilómetros
de la Ciudad de México- llegó nuestro personaje sin saber a dónde
llegar; con quién acercarse; a quién recurrir para satisfacer sus
necesidades más urgentes. Porque si vivían familiares y vecinos
era seguro que no le abrirían las puertas de su hogar, por muy
modesto que fuera: su fama de tremendo bromista le precedía.
Así que solo, sin amigos, sin parientes, sin dinero, sin lugar
donde llegar empezó a caminar desde el Mercado de Jamaica,
como a las tres de la mañana -el reloj de pulsera o tipo
ferrocarrilero era un verdadero lujo para él- hacia el centro de la
ciudad: el viejo centro de la Ciudad de México.
Su primer ingreso se debió al trabajo en un puesto de jugos
que se encontraba (hasta hace muy poco) en la esquina de Luis
Moya y Arcos de Belém. Una vez colocado en una habitación
ubicada en la Calle de Luis Moya logró ingresar a una tintorería de
la misma calle y por el destino, el plan divino o a un complot del
Cosmos en ese lugar conoció a otra persona que no puedo dejar de
admirar y que fue, por algún tiempo, importante en su vida.
Con esa dama de piel más bien obscura que su padre
presumía como “mi Luz negra” se ligó sentimentalmente y ya
como matrimonio se trasladaron a la colonia La Joya, por allá muy
cerca de la siempre famosa Bondojito. Pero no duraron mucho
tiempo en ese lugar porque nuestro personaje consiguió un trabajo
como conserje en un edificio de la Calle Palma y ahí se trasladó la
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