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Un personaje de mi barrio

Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.

Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.

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Ana María Castro Velasco

de los coyoacanenses, sino el cineasta que se asemejó –en palabras

del crítico de cine Jorge Ayala Blanco- “al Vitorio de Sica: vivaz,

tierno, grave, bonachón y sentimental pequeño burgués”.

Sin duda, el maestro fue al cine lo que Salvador “Chava”

Flores, a la picaresca música de la capital posrevolucionaria; el

hombre que transformó al cine de nuestro país, otorgándole un

carácter social y rompiendo con prototipos y convencionalismos

como el de la necesaria pobreza económica en calidad de

instrumento purificador del espíritu o su parangón: la riqueza

como sinónimo inequívoco de la maldad por natura y por

convicción.

El cineasta avecindado durante muchos años en la Colonia

del Carmen, Coyoacán, nos entregó toda una gama de denuncias

sociales, corruptelas y manifestaciones de desintegración social de

la época que le tocó vivir, ya en plena madurez personal y ascenso

profesional.

Nos mostró la sórdida vida que tiene lugar Mientras México

duerme y dibujó un Campeón sin corona como preludio de lo que

hasta el día de hoy sigue siendo una triste y, parece ser,

insuperable certeza: el mexicano y su eterno temor al triunfo;

reflejó las penas, glorias y el rompimiento de los viejos esquemas

sociales de Una familia de tantas; realizó el perfil psicológico de

los Rebeldes sin causa y en Los Fernández de Peralvillo, Galindo

polarizó la franca “gandallez” del arribista social con el intelecto

populachero del “teporocho” del barrio.

Anticipándose a su tiempo, el cineasta regiomontano puso

el dedo en la llaga de una problemática que parece no tener fin

sino recrudecerse ahora con Donald Trump y la cantaleta de su

muro fronterizo e “insalvable”: la de los Espaldas mojadas y la

vida de humillaciones, torturas y abusos que sufren al otro lado del

ensangrentado Río Bravo, por sólo citar algunos ejemplos.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? ¡No lo sé! lo que sí es

para mí una certeza es el hecho de que sentarse a ver cualquier

película de Galindo es sinónimo para la gente mayor, de un

recorrido por las calles y sitios icónicos de la ciudad de México

que se les fue; aquélla de la que solo perviven tristes jirones en su

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