Un personaje de mi barrio
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
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Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón
decidieron vender el inmueble y nombrarme a mí como dueño
único de todos los libros que hasta la fecha subsisten.
No cabe duda que el legado de la editorial ha sido muy
importante, tanto que aún se pueden consultar dichos textos en
cualquier biblioteca de renombre como la Biblioteca Nacional,
el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Central de la
UNAM, la Biblioteca del INAH, etc, sin dejar de mencionar
que siguen circulando en menor proporción entre los libreros,
materiales que son muy cotizados por su antigüedad, calidad e
importancia; más aún, a la Hemeroteca Nacional en el 2005 se
le donaron cerca de 100 000 revistas de diversos temas, pero la
que era la jefa en ese momento se negó a darnos una lista del
material donado.
Y es que el interés por difundir el conocimiento no cesa
por parte de la familia, pues no he abandonado del todo el
negocio que dio vida y sustento a mis abuelos.
El negocio de los libros trae consigo muchas
experiencias, pues el trato directo con personas interesadas en
diversos temas enriquece la vida de cualquier ser humano.
Todo comenzó en el metro Hidalgo de la Ciudad de
México en la última década del siglo pasado. Nuestros papás se
acercaron y se estrecharon la mano como haciendo un pacto de
honor. Nosotros estábamos en la etapa de la vida en que la
juventud es impetuosa; donde todo se hacía fácil y el mundo era
pequeño, una mujer y un hombre solteros y estudiantes
recientes de la vida. No fue necesario que los viejos comentaran
que respetaríamos las normas establecidas por la sociedad y
que, los primos en segundo grado, viajaríamos con el único
afán de asistir al Festival Internacional Cervantino en
Guanajuato para concurrir a algunos eventos y, sobre todo, para
participar en la vendimia de libros que se llevaría a cabo en la
Plaza de San Fernando.
Aún no podemos encontrar una explicación de cómo nos
dejaron entrar al metro porque llevábamos en un “diablito” unas
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