Un personaje de mi barrio
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
Colección de crónicas del Cabildo Nacional de la Crónica de la Ciudad de México. María Elena Solórzano Carbajal (Compiladora), Jaime A. Valverde Arciniega (Presidente), José A. Carbajal Cortés, Hugo Arturo Cardoso Vargas, Ana María Castro Velasco, Héctor Castañón Basaldúa, Manuel Garcés Jiménez, Verónica Müller, Jaime Orozco Barbosa, Marisol Reséndiz Pizarro, Miguel Ángel Salgado Meyer, Antonio Sevilla Tapia, Arturo Villanueva Bazán, Juan Rafael Zimbrón Romero y Edith Padilla Zimbrón. México, 2019.
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Don Alejandro Galindo. Cronista cinematográfico de la vida cotidiana
De momento no logramos identificar al personaje que nos
preguntó, jovial y decidido, si podía sentarse con nosotras a la
mesa del atiborrado café de la librería “El Parnaso” en donde,
perdidas entre una gran multitud, aguardábamos -por lo menos
desde tres horas antes de que iniciara el evento- a que Mario
Benedetti llegara a platicarnos sobre su Primavera con una
esquina rota. Por supuesto que aceptamos compartir con él nuestro
privilegiado espacio.
De repente, en el fragor de la espera todo se transformó
aquella soleada tarde coyoacanense de hace más de tres décadas en
que la mesa que compartía con Elvira, una de mis más entrañables
amigas universitarias, se volvió fortuitamente el centro de
atracción: jóvenes que nerviosos algo le inquirían a nuestro
protagonista, personas con aire intelectual que afectuosas
palmeaban su espalda, opiniones, sugerencias, carcajadas que
revoloteaban entre las mesas ante nuestros sorprendidos ojos.
Aquella vorágine terminó cuando se anunció la llegada del
escritor uruguayo y nuestro huésped temporal, un hombre de edad
avanzada, vestido con un saco y una boina café a cuadros guardó
de inmediato respetuoso silencio, como recordándonos que aquella
tarde era el escritor sudamericano el personaje a admirar, no él.
Más tarde nos enteramos: el afable y sencillo hombre que se
había sentado junto a nosotras -obligado por la falta de lugares
disponibles- era ni más ni menos que el único cineasta mexicano a
quien –de acuerdo a la opinión del especialista en el tema, Jorge
Ayala Blanco- podría considerarse como “neorrealista”: Alejandro
Galindo.
El evento se desarrolló en medio de pinceladas jocosas,
literarias, políticas y, sobre todo, de extrema afabilidad, en la que
ninguno de los integrantes de la pléyade del mundo intelectual y,
principalmente, de los amezclillados estudiantes, que ese día y en
ese momento ahí nos reunimos, no queríamos que llegase a su fin.
Era una tarde de ensueño. Ambos personajes en la cumbre de su
oficio y mi amiga y yo, idealistas, esperanzadas, agradecidas.
Espectadoras de un mágico momento.
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