Guerras de los Ángeles
Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.
Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.
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<strong>Guerras</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Ángeles</strong><br />
Capítulo 14—Los <strong>Ángeles</strong> en el Bautismo <strong>de</strong> Cristo y en el Desierto<br />
El bautismo <strong>de</strong> Cristo<br />
Cuando Jesús vino para ser bautizado, Juan reconoció en él una pureza <strong>de</strong> carácter que<br />
nunca había percibido en nadie... Cuando Jesús pidió el bautismo, Juan quiso negárselo,<br />
exclamando: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” Con firme aunque<br />
suave autoridad, Jesús contestó: “Deja ahora; porque así conviene que cumplamos toda<br />
justicia”. Y Juan, cediendo, condujo al Salvador al agua <strong>de</strong>l Jordán y le sepultó en ella.<br />
“Y Jesús, <strong>de</strong>spués que fue bautizado, subió luego <strong>de</strong>l agua; y he aquí <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> le fueron<br />
abiertos, y vio al Espíritu <strong>de</strong> Dios que <strong>de</strong>scendía como paloma, y venía sobre él”. Mateo<br />
3:13-16.—El Deseado <strong>de</strong> Todas las Gentes, 84-85. {VAAn 173.1}<br />
Angeles celestiales miraban con intenso interés la escena <strong>de</strong>l bautismo <strong>de</strong>l Salvador. Si<br />
<strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que lo presenciaban hubiesen sido abiertos, podrían haber visto la<br />
hueste angelical ro<strong>de</strong>ando al Hijo <strong>de</strong> Dios cuando éste se arrodilló en las orillas <strong>de</strong>l<br />
Jordán.—The Youth’s Instructor, 23 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1892. {VAAn 173.2}<br />
La mirada <strong>de</strong>l Salvador parece penetrar el cielo mientras vuelca <strong>los</strong> anhe<strong>los</strong> <strong>de</strong> su alma<br />
en oración. Bien sabe él cómo el pecado endureció <strong>los</strong> corazones <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres, y cuán<br />
difícil les será discernir su misión y aceptar el don <strong>de</strong> la salvación. Interce<strong>de</strong> ante el Padre<br />
a fin <strong>de</strong> obtener po<strong>de</strong>r para vencer su incredulidad, para romper las ligaduras con que<br />
Satanás <strong>los</strong> enca<strong>de</strong>nó, y para vencer en su favor al <strong>de</strong>structor. Pi<strong>de</strong> el testimonio <strong>de</strong> que<br />
Dios acepta la humanidad en la persona <strong>de</strong> su Hijo. {VAAn 174.1}<br />
Nunca antes habían escuchado <strong>los</strong> ángeles semejante oración. El<strong>los</strong> anhelaban llevar a<br />
su amado Comandante un mensaje <strong>de</strong> seguridad y consuelo. Pero no; el Padre mismo<br />
contestará la petición <strong>de</strong> su Hijo. Salen directamente <strong>de</strong>l trono <strong>los</strong> rayos <strong>de</strong> su gloria. Los<br />
cie<strong>los</strong> se abren, y sobre la cabeza <strong>de</strong>l Salvador <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> una forma <strong>de</strong> paloma <strong>de</strong> la luz<br />
más pura, emblema a<strong>de</strong>cuado <strong>de</strong>l Manso y Humil<strong>de</strong>... {VAAn 174.2}<br />
El pueblo se quedó mirando silenciosamente a Cristo. Su persona estaba bañada <strong>de</strong> la<br />
luz que ro<strong>de</strong>a siempre el trono <strong>de</strong> Dios. Su rostro dirigido hacia arriba estaba glorificado<br />
como nunca antes habían visto ningún rostro humano. De <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> abiertos, se oyó una<br />
voz que <strong>de</strong>cía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Mateo 3:17.—El<br />
Deseado <strong>de</strong> Todas las Gentes, 86. {VAAn 174.3}<br />
El Señor había prometido dar a Juan una señal para que pudiese saber quién era el<br />
Mesías. Ahora, al salir Jesús <strong>de</strong>l agua, la señal prometida fue dada; vio <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> abiertos,<br />
y al Espíritu <strong>de</strong> Dios, como una paloma <strong>de</strong> oro bruñido sobrevolando sobre Cristo.<br />
Entonces, una voz <strong>de</strong>l cielo dijo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”.—<br />
The Youth’s Instructor, 23 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1892. {VAAn 174.4}<br />
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