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Guerras de los Ángeles

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

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<strong>Guerras</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Ángeles</strong><br />

Capítulo 17—Los <strong>Ángeles</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Resurrección hasta la Ascensión <strong>de</strong><br />

Cristo<br />

La mañana <strong>de</strong> la resurrección<br />

Los discípu<strong>los</strong> <strong>de</strong>scansaron el sábado, entristecidos por la muerte <strong>de</strong>l Señor, mientras<br />

que Jesús, el Rey <strong>de</strong> gloria, permanecía en la tumba. Al llegar la noche, vinieron <strong>los</strong><br />

soldados a guardar el sepulcro <strong>de</strong>l Salvador, mientras <strong>los</strong> ángeles se cernían invisibles<br />

sobre el sagrado lugar.—Primeros Escritos, 181. {VAAn 211.1}<br />

Había transcurrido lentamente la noche <strong>de</strong>l primer día <strong>de</strong> la semana. Había llegado la<br />

hora más sombría, precisamente antes <strong>de</strong>l amanecer. Cristo estaba todavía preso en su<br />

estrecha tumba. La gran piedra estaba en su lugar; el sello romano no había sido roto; <strong>los</strong><br />

guardias romanos seguían velando. Y había vigilantes invisibles. Huestes <strong>de</strong> ma<strong>los</strong><br />

ángeles se cernían sobre el lugar. Si hubiese sido posible, el príncipe <strong>de</strong> las tinieblas, con<br />

su ejército apóstata, habría mantenido para siempre sellada la tumba que guardaba al Hijo<br />

<strong>de</strong> Dios. Pero un ejército celestial ro<strong>de</strong>aba al sepulcro. Angeles excelsos en fortaleza<br />

guardaban la tumba, y esperaban para dar la bienvenida al Príncipe <strong>de</strong> la vida.—El<br />

Deseado <strong>de</strong> Todas las Gentes, 725. {VAAn 211.2}<br />

Aunque todavía era oscuro, <strong>los</strong> vigilantes ángeles sabían que se acercaba el momento<br />

<strong>de</strong> libertar a su Caudillo, el amado Hijo <strong>de</strong> Dios. Mientras el<strong>los</strong> aguardaban con<br />

profundísima emoción la hora <strong>de</strong>l triunfo, un potente ángel llegó <strong>de</strong>l cielo en velocísimo<br />

vuelo.—Primeros Escritos, 181. {VAAn 212.1}<br />

El ángel más po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong>l cielo, el que ocupaba el lugar <strong>de</strong>l cual cayó Satanás, recibió<br />

su or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l Padre y, revestido con la panoplia <strong>de</strong>l cielo, quitó las tinieblas <strong>de</strong> su camino.<br />

Su rostro era como un relámpago y sus vestidos blancos como la nieve.—Comentario<br />

Bíblico Adventista 5:1085. {VAAn 212.2}<br />

Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles que había sido testigo <strong>de</strong> la humillación <strong>de</strong> Jesús, y había guardado<br />

el sagrado lugar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>scanso, se unió con el ángel que había <strong>de</strong>scendido <strong>de</strong>l cielo y<br />

ambos se llegaron al sepulcro. La tierra se sacudió y tembló mientras el<strong>los</strong> llegaban, y se<br />

produjo un gran terremoto.—Spiritual Gifts 1:66. {VAAn 212.3}<br />

El rostro que miran [<strong>los</strong> soldados romanos] no es el rostro <strong>de</strong> un guerrero mortal; es la<br />

faz <strong>de</strong>l más po<strong>de</strong>roso ángel <strong>de</strong> la hueste <strong>de</strong>l Señor. Este mensajero es el que ocupa la<br />

posición <strong>de</strong> la cual cayó Satanás. Es aquel que en las colinas <strong>de</strong> Belén proclamó el<br />

nacimiento <strong>de</strong> Cristo. La tierra tiembla al acercarse, huyen las huestes <strong>de</strong> las tinieblas.—<br />

El Deseado <strong>de</strong> Todas las Gentes, 725. {VAAn 212.4}<br />

El ángel se aproximó a la tumba, apartó la piedra como si hubiera sido un guijarro, y<br />

se sentó sobre ella. La luz <strong>de</strong>l cielo ro<strong>de</strong>ó la tumba y todo el cielo fue iluminado con la<br />

gloria <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles.—Comentario Bíblico Adventista 5:1085. {VAAn 212.5}<br />

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