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Guerras de los Ángeles

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el Cielo.

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<strong>Guerras</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Ángeles</strong><br />

Satanás sostenía que era imposible que <strong>los</strong> seres humanos pudieran guardar la ley <strong>de</strong><br />

Dios. A fin <strong>de</strong> probar la falsedad <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>nuncia, Cristo <strong>de</strong>jó su elevado imperio, tomó<br />

sobre sí la naturaleza <strong>de</strong>l hombre y vino a la tierra para colocarse a la cabeza <strong>de</strong> la raza<br />

caída, a fin <strong>de</strong> mostrar que la humanidad podía soportar las tentaciones <strong>de</strong> Satanás.—Alza<br />

tus Ojos, 170. {VAAn 160.5}<br />

La naturaleza humana <strong>de</strong> Cristo<br />

Su naturaleza humana [<strong>de</strong> Cristo] era creada; ni aun poseía las faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles.<br />

Era humana, idéntica a la nuestra.—Mensajes Selectos 3:146. {VAAn 161.1}<br />

Cristo, con su débil humanidad, <strong>de</strong>bía soportar las tentaciones <strong>de</strong> aquel que poseía <strong>los</strong><br />

po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> una naturaleza más elevada; la naturaleza que Dios había concedido a la familia<br />

angelical.—The Review and Herald, 28 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1909. {VAAn 161.2}<br />

La historia <strong>de</strong> Belén es un tema inagotable. En ella se oculta la “profundidad <strong>de</strong> las<br />

riquezas <strong>de</strong> la sabiduría y <strong>de</strong> la ciencia <strong>de</strong> Dios”. Romanos 11:33. Nos asombra el<br />

sacrificio realizado por el Salvador al trocar el trono <strong>de</strong>l cielo por el pesebre, y la compañía<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles que le adoraban por la <strong>de</strong> las bestias <strong>de</strong>l establo. La presunción y el orgullo<br />

humanos quedan reprendidos en su presencia. Sin embargo, aquello no fue sino el<br />

comienzo <strong>de</strong> su maravil<strong>los</strong>a con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia. Habría sido una humillación casi infinita<br />

para el Hijo <strong>de</strong> Dios revestirse <strong>de</strong> la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la<br />

inocencia <strong>de</strong>l Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba<br />

<strong>de</strong>bilitada por cuatro mil años <strong>de</strong> pecado. Como cualquier hijo <strong>de</strong> Adán, aceptó <strong>los</strong> efectos<br />

<strong>de</strong> la gran ley <strong>de</strong> la herencia. Y la historia <strong>de</strong> sus antepasados terrenales <strong>de</strong>muestra cuáles<br />

eran aquel<strong>los</strong> efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y<br />

tentaciones, y darnos el ejemplo <strong>de</strong> una vida sin pecado.—El Deseado <strong>de</strong> Todas las<br />

Gentes,<br />

32. {VAAn 161.3}<br />

Como Dios, Cristo no podría haber sido tentado a pecar, así como en el cielo no pudo<br />

ser tentado a quebrar su alianza con el Padre. Pero al humillarse a sí mismo y tomar la<br />

naturaleza humana, Cristo podía ser tentado. No tomó la naturaleza <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles sino la<br />

humana, perfectamente idéntica con la nuestra, pero sin mancha <strong>de</strong> pecado. Poseía un<br />

cuerpo y una mente humanas con todas sus peculiarida<strong>de</strong>s; tenía múscu<strong>los</strong>, huesos,<br />

cerebro. Siendo carne <strong>de</strong> nuestra carne, compartía la <strong>de</strong>bilidad humana. Las circunstancias<br />

que ro<strong>de</strong>aron su vida fueron <strong>de</strong> tal naturaleza que lo llevaron a estar expuesto a todas las<br />

inconveniencias <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres; no las <strong>de</strong> <strong>los</strong> ricos sino las <strong>de</strong> <strong>los</strong> pobres; <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> que<br />

pasan por necesidad y humillación. Respiraba el aire que nosotros respiramos y caminaba<br />

como nosotros lo hacemos. Tenía conciencia, razón, memoria, voluntad, y <strong>los</strong> afectos <strong>de</strong><br />

un alma humana, todo unido a su naturaleza divina.—Manuscript Releases 16:181-<br />

182. {VAAn 162.1}<br />

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