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Agradecimientos
Hace muchos años ya, a la vez que asimilaba que la vida y la muerte se entremezclan
en cada uno de nuestros días, y que el afecto es lo que puede darle un poco de sentido
a todo esto, decidí que todo lo que yo hiciera de valor en esta vida se lo tendría que
agradecer, sin remedio, a los médicos, a las enfermeras, y a la gente de ese mundillo.
Y ya desde el primer momento me estaba dando yo cuenta perfectamente de que esto
no iba a ser nada nada justo. Que a la sufrida dedicación de algunos a los que les vi las
manos y las caras, hay que unir las preocupaciones anteriores de muchos otros: los
muchos que buscaron los remedios, los pocos que los encontraron, y los que
contribuyeron a mejorarlos. Pero puestos a ser injustos y a elegir un capitán, yo elijo,
como siempre, al Doctor Juan Jesús Cruz. No es sólo que le esté agradecido, es que
para mí es un referente: resulta que uno se puede enfrentar a las situaciones más
graves con naturalidad y sencillez. Y si te lo propones, hasta los peores momentos
admiten un pelín de buen humor. Aquello fue un descubrimiento estupendo en
aquellos momentos (¡y muy útil de ahí en adelante!).
Ahora, en aquel entonces e incluso en los inocentes tiempos antes de aquel
entonces (casi “cuando las cosas no tenían nombre y había que señalarlas con el
dedo”), a mis padres y a mis hermanos les he tenido siempre igual de cerca. Me he
divertido mucho con ellos y no me han dejado pasarlo mal ni cuando tocaba. Sin
embargo, cuando tocaba (y toca) pasarlo bien, sí que lo pasamos bien, ¿eh
Copio aquí de otras muchas tesis que hablaban de otros muchos padres para decir
que son “responsables de todo lo bueno que pueda haber en mí”. Por cierto, que esto
que es tan obvio, al pararme a pensarlo dos veces, me estremece (por lo cierto). Tengo
que agradecer a mi madre especialmente, por su ejemplo y por su positiva visión del
mundo, que suavemente me ha ido impregnando y me ha empujado a ser feliz.
Hablando de ejemplo, estoy convencido de que si no hubiera visto a mi padre disfrutar
tanto con el trabajo nunca me hubiera sentido capaz de lanzarme a esto “en mis ratos
libres”. Esas largas tardes que duraban días y días, jugando con mis hermanos en la
alfombra mientras mi padre trabajaba en sus cosas, mi madre iba, venía o se quedaba,
y todos escuchábamos música, es uno de mis recuerdos más dulces, uno de esos que
me han acompañado en los solitarios y sacrificados días de procesar datos e intentar
escribir. Otro: las tardes en el campo, las lianas, las abubillas...
Pero un día el tiempo se puso en marcha, y hasta aquí hemos llegado: Berna e Isa
me marcaron el camino en esto de las tesis, y Yeyo al final también me ha adelantado
con su proyecto. La verdad (si se me permite decirlo aquí) es que estoy super
orgulloso de mi familia. Y aunque no pueda dedicar mucho espacio, esto también va
por mis estupendos suegros, cuñados y sobrinos, sin los cuales mi vida sería aburrida
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