UNA HISTORIA DE LOS BAUTISTAS

Continente sino que siguieron bajo inspección real (Cottonian MSS, Titus B. I. vol.
415).
Esta ley pronto entró en vigor. La antigua Crónica de Store, de 1533, hace la
siguiente narración:
La venida de los Holandeses. Los Bautistas condenados a la muerte
en la hoguera a causa de sus creencias. El 25 de mayo fueron
examinados –en la Iglesia de San Pablo, en Londres—diecinueve hombres y
seis mujeres, nacidos en Holanda, quienes sostenían las siguientes creencias:
Primero. Que Cristo Jesús tiene una doble naturaleza, divina y humana.
Segundo. Que Cristo Jesús no tomó ni sangre ni carne de su madre María.
Tercero. Que los hijos nacidos de personas no creyentes, pueden ser salvos.
Cuarto. Que el bautismo de infantes no tiene efecto positivo alguno. Quinto.
Que el pan que se usa en el sacramento de la comunión es sólo pan. Sexto.
Que quien peca voluntariamente después de haber sido bautizado, peca para
muerte y no puede ser salvo. Catorce de ellos fueron condenados. Un
hombre y una mujer fueron quemados vivos en Smithfield; los otros doce
fueron enviados a otras poblaciones para sufrir la misma pena.
Froude. Este brillante historiador inglés rindió un hermoso tributo a la fidelidad
de estos creyentes, diciendo:
Los detalles se han perdido. Los nombres han sido olvidados. No eran sino
unos pobres holandeses; eso era todo. El evento parece no ser digno de ser
mencionado, pues apenas si se le ha dado un párrafo en alguna publicación.
Europa no se agitó por lo acontecido a ellos. Ninguna corte se puso de luto.
El corazón del papa no tembló de indignación. El mundo atestiguó su muerte
de una manera indiferente, complaciente y aún jubilosa. No obstante, aquí,
de veinticinco pobres hombres y mujeres, se encontraron catorce a quienes
ni la amenaza de la estaca o el terror de la tortura pudieron convencer para
que dijeran que creían lo que no creían. La historia no tiene palabras de
alabanza para ellos. No obstante, ellos no estaban dando su vida en vano.
Sus vidas quizás hayan sido tan poco valiosas como la de cualquiera de
nosotros. Pero a través de su muerte, pagaron parte del precio de la libertad
de Inglaterra (Froude, History of England, II. 385).
Una reacción singular. La muerte de estos Bautistas en la hoguera provocó
una profunda reacción. La correspondencia a nivel de las altas cortes se
incrementó por toda Europa. Quien no ha estudiado el tema a la luz de hechos
recientemente revelados no puede apreciar el lugar tan importante que
ocupaban los Bautistas en la mente del público en el siglo XVI. Pero las
ejecuciones en la hoguera continuaron hasta el fin del reinado de este rey.
Las víctimas murieron grandemente fortalecidas. De ellos, Latimer dice:
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