UNA HISTORIA DE LOS BAUTISTAS

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seguidores de Berengario de “rechazar el bautismo de infantes”. Este punto de vista es aceptado por todos los historiadores. Libros para consulta: George P. Fisher (Congregacionalista), A History of the Christian Church, p. 194, 188, 180, 209, 211, 424. Schaff, V. Pt. 1, 507-515, 483-486. Gieseler, III. 51-53. 66
CAPITULO VI. LAS IGLESIAS DE LOS VALDENSES. Los Alpes como un lugar de protección. Una preciosa peculiaridad de Los Valdenses es que hubieran de ocupar un lugar tan prominente en la historia de Europa. Habían existido testigos de la verdad en los Alpes por muchos años. En Italia, yendo hacia el sur casi hasta llegar a Roma, en toda la parte sur de Francia y aun en lugares tan remotos como Holanda se habían encontrado cristianos que no consideraban su vida preciosa para sí mismos. Esto era especialmente cierto en la región de los Alpes. Estos valles y montañas estaban fortificados por la misma naturaleza gracias a sus complicados pasos y baluartes de rocas y montañas; y la impresión que dan es la de que el sabio Creador hubiera, desde el principio, diseñado esos lugares como un gabinete en el cual habría de colocar joyas de un valor inestimable, o en el que se habrían de preservar miles de almas que no doblarían su rodilla ante Baal (Morland, History of the Evangelical Churches of the Valley of the Piedmont, 5. London, 1658) Pedro Waldo. Un nuevo movimiento, o mejor dicho uno viejo pero con un nuevo nombre, recibió un gran ímpetu. Pedro Waldo, también llamado Valdesius, o Waldensis, era un rico y distinguido ciudadano de Lyon, Francia, en las décadas finales del siglo XII. Waldo fue guiado a estudiar la Biblia, e hizo una traducción de ella que circulaba entre la gente. La lectura de los Evangelios le llevó a una imitación de Cristo. Waldo adoptó como su estilo de vida aquel que aprendió de las Escrituras, y pronto tuvo una multitud de discípulos. Ellos dieron sus propiedades a los pobres y comenzaron a predicar en la ciudad. Sus viajes ‘misioneros’. Cuando se rehusaron a dejar de predicar, fueron expulsados de Lyon. Tomando a sus mujeres y a sus hijos consigo, emprendieron un verdadero viaje misionero. El terreno para su trabajo había sido bien preparado por los Albigenses y los Cataros, así como por la insuficiencia y la inmoralidad de los clérigos Católico Romanos. Ellos viajaban en parejas, vestidos con ropas de lana, con zapatos de madera, o inclusive descalzos. Penetraron Suiza y a la parte norte de Italia. Por todas partes se encontraron con una cálida respuesta. El asiento principal de los Valdenses vino a ser las pendientes conocidas como los Alpes Cottian y el oriente del Piamonte, la Provenza Occidental y Dauphiny. Su número se multiplicó por millares. Es cierto que al principio de su carrera, Waldo era Católico Romano, y que sus seguidores se separaron de sus antiguas supersticiones.
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