UNA HISTORIA DE LOS BAUTISTAS

La Confesión de Fe fue preparada por los representantes de siete iglesias, y fue
firmada por las siguientes personas: William Kiffin, Thomas Patience, Joh
Spilsbury, George Tipping, Samuel Richardson, Thomas Skippard, Thomas
Munday, Thomas Gunn, John Mabbatt,JohnWebb, Thomas Kilcop, Paul Hobson,
Thomas Goare, Joseph Phekpes y Edgard Heath.
Masson. La Confesión de Fe era lo suficientemente clara y ortodoxa como para
aquietar cualquier sospecha, y debió haber salvado a los bautistas de cualquier
otra molestia o persecución. El imparcial Masson dice acerca de ella:
A pesar de que mucha persecución persistió aun después de que el
Parlamento Largo se reunió, los bautistas de estas congregaciones propagaron
sus opiniones con tal celo que para 1644, la secta había obtenido dimensiones
considerables. Ese año ellos contaban con siete congregaciones principales en
Londres, y cuarenta y siete en el resto del país, además de que había muchos
miembros del ejército que los apoyaban. Aunque las lenguas sueltas les
atribuían una gran cantidad de actos impíos, ellos se diferenciaban de los
Independientes principalmente en el asunto del bautismo. Ellos rechazaban el
bautismo de infantes, y decían que la inmersión total del candidato en agua
era la forma original y correcta del bautismo. Excepto por estas convicciones,
y lo que ellas pudieran implicar, estaban a la par con la Iglesia
Congregacionalista. Todas las dudas quedaron aclaradas con la publicación, en
1644, de una Confesión de Fe integrada por cincuenta y dos artículos, un
documento que, por su ortodoxia en todas las doctrinas esenciales, puso en
vergüenza a los más cándidos de sus opositores (Masson, The Life of John
Milton, II. 585).
Sus adversarios no pensaron lo mismo de su Confesión de Fe. Ellos no podían
sentirse satisfechos ni dar crédito a los Bautistas por tal honestidad. La
Confesión fue recibida con una explosión de pasión por parte del mundo
Paidobautista.
Featley. El Dr. Featley, quien escribió con no poco prejuicio, dice:
Si damos crédito a esta Confesión, y a su Prefacio, aquellos de entre nosotros
que somos llamados por ese nombre, no somos ni herejes ni cismáticos, sino
cristianos de corazón tierno sobre quienes, gracias a sugerencias falsas, la
mano de la autoridad cayó pesadamente, mientras que la jerarquía se
mantuvo; ellos ni enseñan la libre voluntad ni la caída de la gracia, como lo
hacen los seguidores de Arminiano. Y tampoco niegan el pecado original,
como lo hacen los Pelagianos, ni desautorizan a los Magistrados, como lo
hacen los Jesuitas, ni mantienen una pluralidad de esposas, como los
Polígamos, ni la comunión de los bienes de todos, como los Apóstoles, ni
andar desnudos, como los Adamitas; mucho menos la moralidad del alma, con
Epicuro y los Psicopanicistas (Featley, Dippers Dipt, 177).
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