UNA HISTORIA DE LOS BAUTISTAS

el orgullo, el lujo insultante y la irrazonable opresión de los obispos, y por el
supuesto poder espiritual que estos invocaban, a través del cual, muchos de
ellos habían sufrido la confiscación de sus bienes, largos y constantes períodos
en prisión, el exilio y aún la muerte, ya fuera en la horca o en la hoguera. “Todo
lo cual”, decían ellos, “se encuentra en nuestra Confesión de Fe, impresa y
publicada cuatro años atrás”.
Un clamor que pide libertad de conciencia. Éste es un documento
memorable. “Los puntos de vista que este panfleto aborda, todos ellos correctos
y bien expuestos”, dice Price, “evidencian un asombroso progreso en el
conocimiento de la libertad religiosa, y concede plenamente a los autores el
derecho de ser considerados como los primeros expositores y los más brillantes
promotores de esta invaluable herencia dejada a la humanidad. Otros
escritores, de nombre más distinguido, vinieron después, y robaron a estos su
honor; pero sus derechos son legítimos, y el servicio que rindieron en pro de los
intereses comunes de la humanidad es incalculable que, una posteridad
imparcial deberá asignarles la apropiada medida de reconocimiento. Esta
declaración fue producida por personas miembros de una secta que era
calumniada y despreciada, pocos en números y pobres en circunstancia, y
fueron ellos quienes trajeron a la luz pública, en toda su simplicidad y
omnipotencia, estos principios inmortales que ahora son universalmente
reconocidos como de autoridad divina y obligación universal” (Price, History of
Protestant Nonconformity in England, I. 520, 523. London, 1836-1838).
Hubo un evento que tuvo lugar en 1614 y que fue más importante que todos los
decretos de los obispos. Se trata de la publicación de un libro escrito por un
humilde creyente bautista, ciudadano de Londres. En la Biblioteca Menonita de
Ámsterdam existe una carta que arroja mucha luz sobre su historia. Mark
Leonard Busher, el autor, estaba en el punto más alto de su madurez, teniendo
en esa fecha cincuenta y siete años de edad. Él escribió el primer libro publicado
en Inglaterra promoviendo la libertad de conciencia. No puede ser leído sin que
el corazón y el pulso se aceleren. El estilo es bastante sencillo pero hay pasajes
cuando uno llega a leerlos, le gana la emoción (Masson, La Vida de Milton, III,
102). Busher aún vivía en 1641, en Leyden, viejo, pobre y olvidado. Si había
vuelto con Helwys y su iglesia, o en otra fecha, no se sabe, pero él estaba en
Londres en 1614. Lo más probable es que al ver la luz pública su libro, él fue
obligado a salir del país, pues en una fecha posterior es encontrado en Holanda.
El libro no habría de recibir favor alguno de parte de la cruelmente perseguidora
Iglesia de Inglaterra. Los rígidos Presbiterianos y la Iglesia de Inglaterra no
toleraban los principios ahí vertidos. No obstante, la buena semilla había sido
plantada. Años después, Locke y Milton escucharían la voz de Busher en
éxtasis.
La tesis principal del libro es que “a menos que un hombre nazca de nuevo, no
puede ver el reino de Dios”; que la regeneración es resultado de la fe en
212