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Dios nos Cuida (1991) - Ellen G. White Writings

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El reino de <strong>Dios</strong> en el corazón, 1 de agosto<br />

He aquí el reino de <strong>Dios</strong> está entre vosotros. Lucas 17:21.<br />

El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrompido y opresivo; por todos<br />

lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante.<br />

Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los abusos<br />

nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni<br />

en la administración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo<br />

se mantuvo alejado de los gobier<strong>nos</strong> terrenales. No porque fuese indiferente<br />

a los males de los hombres, sino porque el remedio no consistía en medidas<br />

simplemente humanas y externas. Para ser eficiente, la cura debía alcanzar a los<br />

hombres individualmente, y debía regenerar el corazón.<br />

Algu<strong>nos</strong> de los fariseos habían venido a Jesús y le habían preguntado<br />

“cuándo había de venir el reino de <strong>Dios</strong>”. Habían pasado más de tres años<br />

desde que Juan el Bautista diera el mensaje que a manera de toque de trompeta<br />

había repercutido por el país: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha<br />

acercado”. Mateo 3:2. Y sin embargo los fariseos no veían señal alguna del<br />

establecimiento del reino...<br />

Jesús contestó: “El reino de <strong>Dios</strong> no vendrá con advertencia [manifestación<br />

exterior, VM], ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de <strong>Dios</strong><br />

está entre vosotros”. No busquéis aquí o allí manifestaciones de poder terrenal<br />

que señalen su comienzo.<br />

Las obras de Cristo no sólo declaraban que era el Mesías sino que manifestaban<br />

cómo iba a establecerse su reino... El reino de <strong>Dios</strong> no viene con<br />

manifestaciones externas. Viene mediante la dulzura de la inspiración de su<br />

Palabra, la obra interior de su Espíritu, y la comunión del alma con Aquel que<br />

es su vida. La mayor demostración de su poder se advierte en la naturaleza<br />

humana llevada a la perfección del carácter de <strong>Dios</strong>...<br />

Cuando <strong>Dios</strong> dio a su Hijo a nuestro mundo, dotó a los seres huma<strong>nos</strong> de<br />

riquezas imperecederas, en cuya comparación nada valen los tesoros huma<strong>nos</strong><br />

acumulados desde que el mundo es mundo. Cristo vino a la tierra, y se presentó<br />

ante los hombres con el atesorado amor de la eternidad, y este es el tesoro<br />

que, por medio de nuestra unión con él, hemos de recibir para manifestarlo y<br />

distribuirlo. *<br />

* Año bíblico: Isaías 34-37.<br />

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