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Dios nos Cuida (1991) - Ellen G. White Writings

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[262]<br />

Vivamos la nueva vida, 9 de septiembre<br />

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,<br />

así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.<br />

Mateo 7:12.<br />

Cristo vino a enseñar<strong>nos</strong> no solamente lo que debemos saber y creer, sino<br />

también lo que debemos hacer al relacionar<strong>nos</strong> con <strong>Dios</strong> y nuestro prójimo.<br />

La regla de oro de la justicia requiere que hagamos con los demás lo que<br />

quisiéramos que <strong>nos</strong> hicieran a <strong>nos</strong>otros: “Han sido adquiridos con la sangre<br />

del Salvador; han sido comprados por precio”.<br />

En toda nuestra relación con nuestros prójimos, ya sean creyentes o no,<br />

debemos tratarlos como Cristo los trataría en nuestro lugar. Si es para nuestro<br />

bien presente y eterno obedecer la ley de <strong>Dios</strong>, será para su bien presente y eterno<br />

que lo hagan también. Nuestra meta más alta debe consistir en que seamos para<br />

ellos obreros médico-misioneros de acuerdo con la orden de Cristo...<br />

Todos los que entren por las puertas de perla en la ciudad de <strong>Dios</strong>, deberán<br />

haber manifestado a Cristo en todas sus actividades. Esto es lo que los convierte<br />

en mensajeros de Cristo, en sus testigos. Deben dar un testimonio claro y<br />

definido contra todo mal proceder, y señalar al Cordero de <strong>Dios</strong> que quita el<br />

pecado del mundo. El da poder, a todos los que lo reciben, de ser hijos de <strong>Dios</strong>.<br />

La regeneración es la única senda por medio de la cual podemos llegar a la<br />

ciudad santa. Es angosta, y estrecha la puerta de entrada, pero por ella debemos<br />

guiar a hombres, mujeres y niños, enseñándoles que para ser salvos deben<br />

tener un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Los antiguos rasgos de carácter<br />

hereditarios deben ser vencidos. Los deseos naturales del alma deben cambiar.<br />

Se debe renunciar a todo engaño, toda falsificación y toda maledicencia. Hay<br />

que vivir una vida nueva, que hace de hombres y mujeres seres semejantes a<br />

Cristo. Debemos nadar, por así decirlo, contra la corriente del mal.<br />

El camino que conduce al cielo es angosto, cercado por la ley divina de<br />

Jehová. Los que lo siguen deben negarse constantemente a sí mismos. Deben<br />

obedecer las enseñanzas de Cristo... No confiemos en el hombre, sino en<br />

Jesucristo, que murió para que pudiéramos obtener justicia. *<br />

* Año bíblico: Ezequiel 39-41.<br />

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