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ORÍGENES Y DINÁMICA DE LOS SEMILLEROS DE ... - RedCOLSI

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‘Entusiasmina’ y contagio<br />

Orígenes y Dinámica de los Semilleros de Investigación en Colombia<br />

La Visión de los Fundadores<br />

Entendemos que la investigación —la pregunta— nace en el terreno de lo personal,<br />

de lo privado; en el sujeto pensante, en lo subjetivo. Pero en ningún momento podemos<br />

olvidar que este sujeto es un producto cultural: de su sociedad, de su localidad,<br />

y que la interacción social —el diálogo, el contacto humano—, activan y potencian la<br />

curiosidad y el ‘maravillamiento’ o asombro, la pregunta, la creatividad. Y para asistirnos<br />

en ese momento de concepción de las ideas, disponemos de una función, tal vez<br />

la única despojada de toda restricción moral: la curiosidad. Blindados por nuestra caja<br />

craneal podemos sentir curiosidad de todo en el mundo, y de nosotros mismos en el<br />

mundo; el poder de esta herramienta es tan grande que las mismas religiones tratan<br />

de cercenárnosla (a veces con la ayuda de la educación) —y generalmente lo logran—<br />

al inventarse el pecado por “pensamiento”. ¡Pensar como pecado!<br />

Otra cosa son “la palabra y la acción”, vale decir la acción, pues la palabra es, en sí misma,<br />

la acción más poderosa. Cuando exteriorizamos nuestros curiosos pensamientos<br />

ya ingresamos en la esfera de lo público; y si antes sólo teníamos que darle cuenta<br />

al propio yo, a mi propio criticón ético, ahora tenemos también que justificar ante el<br />

otro(s): entramos así en la esfera de lo político-moral. Pero insistamos; es claro que esa<br />

subjetividad y esa privacidad de donde surge la curiosidad son dependientes del entorno<br />

social en que nos hemos construido y al cual estamos sujetos; esto es, de la cultura.<br />

No puede existir el sujeto en el vacío cultural. Para que surja la subjetividad tiene<br />

que preexistir la innata curiosidad. ¿Sería Zeus —dios de la inteligencia y la razón— el<br />

que nos concedió la gracia de despojar a la prolífica curiosidad de toda restricción<br />

moral?<br />

Insistamos en que la idea, la pregunta, nacen de lo privado; nacen en una mente particular,<br />

pero gracias al estímulo suministrado por el entorno cultural. O sea que el asunto<br />

es personal, ¡pero es social! Es una conversación, un diálogo entre personas o entre<br />

una persona y su entorno físico, social o noológico. Se trata de una interacción de cerebros<br />

parlantes, como dice J. Wagensberg en su texto “Conversar, conversar” (fotocopia<br />

de columna de El País, Madrid, sin fecha), interconectados por el lenguaje, o un diálogo<br />

con lo fenómenos naturales o sociales, o un diálogo consigo mismo; se trata, en fin, de<br />

pensar. ¡Eso es, <strong>DE</strong> PENSAR!<br />

Este diálogo es una función propia del ser humano normal, del sujeto sensible y autónomo.<br />

Aquí nos encontramos con dos elementos mayores: la sensibilidad y la autonomía,<br />

temas de los cuales declaro, de nuevo, mi superficialidad. Cuando decimos<br />

sensibilidad, nos referimos a los sentidos (los mismos cinco famosos que recitamos<br />

desde la primaria pero que luego olvidamos en la hilaridad de lo cotidiano); y cuando<br />

hablamos de autonomía, nos referimos a ese ideal griego de formación (y también europeo<br />

de la ilustración), que demanda la capacidad de valernos por nosotros mismos.<br />

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