Porque Agoniza El Cristianismo
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Iglesia haga obras de apostolado sino más bien a que la Jerarquía<br />
eclesiástica, y en particular los Sumos Pontífices, vienen directamente<br />
de los Apóstoles. Aunque históricamente haya algunos que<br />
tengan dudas y argumentos contra esto, debido a la muy azarosa<br />
historia del papado, sin embargo le damos poca importancia a este<br />
hecho histórico; es más bien un formalismo intrascendente si se<br />
compara con otras cosas que se relacionan mucho más con la<br />
entraña del cristianismo como son el mensaje que éste ha de<br />
trasmitir: la filosofía de la vida que propugna.<br />
Quiero detenerme un poco más en el primero de estos cuatro<br />
«sellos» y hacer de él la médula de este capítulo; es decir, la gran<br />
«antiprueba» que el cristianismo tiene que salvar, si se quiere<br />
presentar como la religión «auténtica»; o dicho de otra manera, la<br />
religión que corresponde a la voluntad de Dios en este mundo.<br />
Unidad<br />
Este primer sello que el cristianismo presenta de su autenticidad<br />
es el sello de la «unidad» de sus creyentes. Cristo dijo: «Conocerán<br />
que sois mis discípulos si os amáis los unos a los otros»; y en otra<br />
ocasión: «Padre, que todos sean uno» (Juan 17,11) recalcándolo<br />
unos versículos más adelante: «te ruego por todos los que crean en<br />
mí, para que sean uno» (17,21), insistiendo de nuevo a renglón<br />
seguido: «para que sean uno como Tú y yo somos uno» (17,22). Se<br />
puede decir que el «leit motiv» de su predicación era la palabra<br />
«amaos» y de hecho vemos cómo se cumplía su voluntad en la<br />
primitiva iglesia cuando leemos en los Hechos de los Apóstoles: (4,32)<br />
«La multitud de los que creyeron (en Jesús) tenían un solo corazón y<br />
un alma sola y ninguno tenía por propia cosa alguna de las que poseía<br />
sino que para ellos todo era común». No en vano los teólogos<br />
pretenden presentarnos esta unidad como algo esencial al<br />
pensamiento de Cristo y por lo tanto algo también esencial a su obra.<br />
Pero ante esto, ¿qué nos dicen los hechos atestiguados incuestionablemente<br />
por la historia? Nos dicen todo lo contrario. Por eso,<br />
seguir a estas alturas presentando la «unidad» como una<br />
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