Porque Agoniza El Cristianismo
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dado: pero ¿cuál es esa maldad que hemos cometido sin habernos<br />
enterado? Y un poeta es el que nos da la respuesta más resumida: «el<br />
delito mayor del hombre es haber nacido». A un poeta se le puede<br />
fácilmente perdonar una «licencia poética» —algo así como un<br />
ripio ideológico—, pero a un magisterio infalible que nos habla en<br />
nombre de Dios no se le puede pasar con facilidad el que diga<br />
cosas tan extrañas sin probarlas. <strong>El</strong> famoso pecado original, está<br />
perdiendo su originalidad, y ya cada vez son menos las personas que<br />
lo toman en serio, a pesar de que todavía —por tradición más que<br />
nada- los papas y mamas lleven a sus bebés a la pila bautismal para<br />
que el agua y las palabras de ritual le borren el pecado de haber<br />
nacido.<br />
La explicación que para este pecado nos da la Iglesia cristiana es<br />
que lo heredamos de nuestros primeros padres. Se concibe la culpa<br />
como algo material; algo así como un virus que nos fuese<br />
transmitido a través de los genes. Y si nos quedamos pasmados ante<br />
esta incomprensible falta de lógica, veremos que no es ningún<br />
lapsus ni corruptela que se haya introducido en las enseñanzas de la<br />
Iglesia con el paso de los siglos, tal como ocurrió con muchas otras<br />
cosas; nos convenceremos de que es una manera de pensar<br />
consustancial con el judeo-cristianismo cuando leemos en el libro del<br />
Éxodo (c. 20. vers. 5-6) «porque yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios<br />
celoso que castiga en los hijos las iniquidades de sus padres hasta la<br />
tercera y cuarta generación...» (!!) Con un Padre así, ¿para qué<br />
necesitamos a Satanás?<br />
Aparte de la natural resistencia que la razón opone para<br />
admitir semejante injusticia como es el hacer reo de un posible<br />
castigo a un recien nacido, está la dificultad que pone la ciencia (en<br />
particular la paleontología y la arqueología y la misma geología)<br />
para admitir ya hoy día sin más ni más el postulado de que existieron<br />
unos «primeros padres». Aun sin tener que recurrir a los primates<br />
haciéndolos antepasados nuestros, hay muchas otras razones que nos<br />
convencen de que no venimos de una sola pareja. Esta creencia en<br />
Adán y Eva, que por muchos siglos fue defendida al pie de la letra<br />
por la teología oficial, aparte de que en la actualidad ya no es<br />
admitida por ningún paleontólogo inteligente, hoy ya no tiene<br />
importancia mayor entre los grandes teólogos<br />
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