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Porque Agoniza El Cristianismo

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ta mucha visión, mucho optimismo y hasta mucha fe en la idea<br />

fundamental de Cristo para no dejar que este peso la aplaste.<br />

Los Lefevres son la culminación de este espíritu. Con una<br />

miopía increíble dejan de lado la verdadera esencia del cristianismo y<br />

montan una asonada eclesiástica por cosas tan «sagradas» como el<br />

latín, la flexión de las rodillas a la hora de comulgar, los capisayos<br />

ceremoniales, la parafernalia litúrgica, etc.<br />

Una de las cosas importantes del movimiento de Mons.<br />

Lefevre es la «vuelta a la liturgia de San Pío V». Lógicamente uno<br />

piensa que si es cuestión de volver atrás ¿por qué hemos de<br />

quedarnos en San Pío V y no seguir hasta San Pío I que estaba aún<br />

más atrás en la historia?<br />

A Mons. Lefevre le pasa lo que en general le ha pasado al<br />

magisterio de la Iglesia: Llevado de un sentimentalismo exagerado,<br />

confunde lo viejo o lo tradicional con lo auténtico y con lo esencial,<br />

paralizando con esta filosofía infantiUel inevitable avance,<br />

crecimiento y evolución que tiene necesariamente que haber en todo<br />

lo que tiene vida. En el caso de Mons. Lefevre es claramente un<br />

sentimiento personal, una añoranza de la liturgia que él vivió en su<br />

niñez; pero no se da cuenta de que hace diez siglos la liturgia que los<br />

niños y los adultos cristianos vivieron era bastante diferente de la que<br />

San Pío V implantó en el siglo XVI, cuando ya la Iglesia tenía más de<br />

1.500 años y ya había habido por lo menos tres grandes reformas<br />

litúrgicas. En el caso de Mons. Lefevre, como tantas veces habrá<br />

ocurrido en la historia de la Iglesia, la honda razón de los impulsos<br />

reformatorios no hay que buscarla en la teología ni en la natural<br />

evolución, sino en sicopatías más o menos manifiestas.<br />

Si un sacerdote por fidelidad a la tradición se vistiese exactamente<br />

como se vestía Cristo, con su túnica y su pelo largo y con sus<br />

bigotes y barbas, no tendría muy buena acogida en nuestra sociedad<br />

burguesa en donde tales modos se identifican con hipis y fanáticos<br />

propulsores de nuevas sectas.<br />

En otra parte (Mi Iglesia Duerme) en la que toqué este mismo<br />

tema un poco más detenidamente, recordaba alguna época de la<br />

Iglesia en la que un Sumo Pontífice recriminaba al clero el afán de<br />

vestirse de una manera diferente del pueblo para distin-<br />

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