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por la ciudad, así como las cenas con mamá y Elías - recuperando el humor y la<br />

complicidad de su visita durante las Olimpíadas -, reconfortaron a Yael. Antes<br />

de irse quedó prácticamente decidido que pasaría aquel verano de 1994 en Europa,<br />

repartiendo ese tiempo entre Londres, Barcelona y Cadaqués si - como dijo la<br />

abuela Camila -: Dios y Dinah lo permitían.<br />

Yo volví al colegio y mamá a su vida de trabajo. Entretanto, los abuelos<br />

empezaron a discutir por nimiedades con frecuencia, enfadados con ellos mismos<br />

al comprobar que su cuerpo les traicionaba a pasos agigantados. A partir de<br />

entonces, cuando mamá viajaba, Marcia dormía en casa vigilándolos como si<br />

fueran niños alborotados. A final de mayo, murió Boris por quien el abuelo<br />

enmudeció una semana. Poco después, Rosa se caía rompiéndose la cadera. Para<br />

la abuela, se habían acabado los días de merienda; tiempo que sustituyó haciendo<br />

compañía a su casi cuñada, inmóvil en la cama.<br />

- Los abuelos ya no están tan graciosos, ¿verdad, mamá?<br />

- Lo que están es muy viejos. Y eso Matt, no debe tener ninguna gracia.<br />

¿Y mi padre? Mi padre seguía bajo la custodia de Blanche, y a veces, muy<br />

pocas veces, aparecía y desaparecía el mismo día. Decía que no podía soportar<br />

verlos tan mayores, pese a que cuando los visitaba ambos hacían un enorme<br />

esfuerzo por superar los años y el dolor de su ausencia. La vida no es justa,<br />

pensaba yo: mi madre convive con la amargura que la vejez provoca en los<br />

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