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lente es ma<strong>la</strong> porque no po<strong>de</strong>mos ver a través <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. Análogamente, cada<br />
oración que leemos proporciona o no satisfacción a nuestro oído interior.<br />
Sobre <strong>la</strong> base <strong>de</strong> esta <strong>experiencia</strong> <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ramos que el ritmo <strong>de</strong>l autor es bueno o<br />
malo.<br />
Cabe seña<strong>la</strong>r que todas <strong>la</strong>s <strong>experiencia</strong>s en que se basan nuestros juicios<br />
<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n <strong>de</strong> que tomemos en serio <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. Si no prestamos plena<br />
atención tanto al sonido como al sentido, si no estamos sumisamente<br />
dispuestos a concebir, imaginar y sentir lo que <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras nos sugieren,<br />
seremos incapaces <strong>de</strong> tener esas <strong>experiencia</strong>s. Si no tratamos realmente <strong>de</strong><br />
mirar <strong>la</strong> lente, no podremos <strong>de</strong>scubrir si ésta es buena o ma<strong>la</strong>. Nunca<br />
podremos saber si un texto es malo, a menos que hayamos empezado por<br />
tratar <strong>de</strong> <strong>leer</strong>lo como si fuese bueno, para luego <strong>de</strong>scubrir que con ello el autor<br />
estaba recibiendo un cumplido que no merecía. En cambio, el mal lector<br />
nunca está dispuesto a prodigar a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras más que el mínimo <strong>de</strong> atención<br />
que necesita para extraer <strong>de</strong>l texto los hechos. La mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que<br />
proporciona <strong>la</strong> buena literatura -y que <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> no proporciona- son cosas que<br />
ese lector no <strong>de</strong>sea y con <strong>la</strong>s que no sabe qué hacer.<br />
Por eso no valora el buen estilo. Por eso, también, prefiere el mal estilo. Los<br />
dibujos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s «tiras» no necesitan ser buenos: si lo fuesen, su calidad<br />
constituiría incluso un obstáculo. Porque cualquier persona u objeto ha <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r reconocerse en ellos <strong>de</strong> inmediato y sin esfuerzo. Las figuras no están<br />
para ser examinadas en <strong>de</strong>talle sino para ser comprendidas como<br />
proposiciones; apenas se diferencian <strong>de</strong> los jeroglíficos. Pues bien: <strong>la</strong> función<br />
que <strong>de</strong>sempeñan <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras para el mal lector es más o menos ésa. Para él,<br />
<strong>la</strong> mejor expresión <strong>de</strong> un fenómeno o <strong>de</strong> una emoción (<strong>la</strong>s emociones pue<strong>de</strong>n<br />
formar parte <strong>de</strong> los hechos) es el cliché más gastado: porque permite un<br />
reconocimiento inmediato. «Se me heló <strong>la</strong> sangre» es un jeroglífico que<br />
representa el miedo. Lo que un gran escritor haría para tratar <strong>de</strong> expresar <strong>la</strong><br />
singu<strong>la</strong>ridad <strong>de</strong> <strong>de</strong>terminado miedo supone un doble obstáculo para este tipo<br />
<strong>de</strong> lector. De una parte, se le ofrece algo que no le interesa. De <strong>la</strong> otra, eso sólo<br />
se le ofrece si está dispuesto a <strong>de</strong>dicar a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras una c<strong>la</strong>se y un grado <strong>de</strong><br />
atención que no <strong>de</strong>sea prodigarles. Es como si alguien tratase <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>rnos<br />
algo que no nos sirve a un precio que no queremos pagar. El buen estilo le<br />
molestará porque es <strong>de</strong>masiado parco para lo que le interesa, o bien porque es<br />
<strong>de</strong>masiado rico. En un pasaje <strong>de</strong> D. H. Lawrence don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>scribe un paisaje<br />
boscoso -o en otro <strong>de</strong> Ruskin, que <strong>de</strong>scribe un valle ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> montañas-<br />
encontrará muchísimo más <strong>de</strong> lo que es capaz <strong>de</strong> utilizar. Pero quedará<br />
insatisfecho con el siguiente pasaje <strong>de</strong> Malory: «Llegó ante un castillo gran<strong>de</strong> y<br />
espléndido, con una poterna hacia el mar, que estaba abierta y sin guardia; en<br />
<strong>la</strong> entrada sólo había dos leones, y <strong>la</strong> luna bril<strong>la</strong>ba» 4. Tampoco estaría<br />
satisfecho si en lugar <strong>de</strong>: «Se me heló <strong>la</strong> sangre» leyese: «Tenía un miedo<br />
terrible». Para <strong>la</strong> imaginación <strong>de</strong>l buen lector, este tipo <strong>de</strong> enunciación escueta<br />
<strong>de</strong> los hechos suele ser más evocativa. Pero el malo no se conforma con que <strong>la</strong><br />
luna brille. Preferiría que le dijeran que el castillo estaba «sumido en el<br />
p<strong>la</strong>teado diluvio <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz lunar». Esto se explica en parte por <strong>la</strong> escasa<br />
atención que presta a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. Si algo no se <strong>de</strong>staca, si el autor no lo<br />
«a<strong>de</strong>reza», lo más probable es que pase inadvertido. Pero lo <strong>de</strong>cisivo es que<br />
busca el jeroglífico: algo que <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>ne sus reacciones estereotipadas ante<br />
<strong>la</strong> luz <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, tal como aparece en los libros, <strong>la</strong>s canciones y<br />
los filmes; creo que los recuerdos <strong>de</strong>l mundo real son muy tenues e influyen<br />
apenas en su lectura). Por tanto, su manera <strong>de</strong> <strong>leer</strong> adolece paradójicamente<br />
<strong>de</strong> dos <strong>de</strong>fectos. Carece <strong>de</strong> <strong>la</strong> imaginación atenta y obediente que le habría<br />
4 Caxton, XVII, 14 (Vinaver, 1014).