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elemento narrativo. No pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que haya una historia en <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> que Ragnarok se cierne tanto sobre <strong>la</strong> vida <strong>de</strong> los dioses como sobre<br />
<strong>la</strong> <strong>de</strong> todos los hombres buenos. Las Hespéri<strong>de</strong>s, su manzano y el<br />
dragón constituyen <strong>de</strong> por sí un mito po<strong>de</strong>roso, antes <strong>de</strong> que aparezca<br />
Hércules para robar <strong>la</strong>s manzanas.<br />
3. En el caso <strong>de</strong> los mitos <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong>sempeña un papel muy<br />
reducido. Apenas pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que nos proyectemos en los personajes.<br />
Son como espectros que se mueven en otro mundo. Sin duda, sentimos<br />
que sus evoluciones tienen una importancia profunda para nuestras<br />
vidas, pero no nos proyectamos con <strong>la</strong> imaginación en <strong>la</strong>s suyas. La<br />
historia <strong>de</strong> Orfeo nos entristece, pero sentimos pena por todos los<br />
hombres en lugar <strong>de</strong> apiadarnos intensamente <strong>de</strong> él (como nos suce<strong>de</strong>,<br />
por ejemplo, con el Troilo <strong>de</strong> Chaucer).<br />
4. El mito siempre es «fantástico», en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s acepciones <strong>de</strong> esta<br />
pa<strong>la</strong>bra. Trata <strong>de</strong> cosas imposibles y sobrenaturales.<br />
5. Las <strong>experiencia</strong>s que comunica pue<strong>de</strong>n ser tristes o alegres, pero<br />
siempre son serias. El mito cómico (en el sentido que doy a <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />
«mito») es imposible.<br />
6. Esas <strong>experiencia</strong>s no sólo son serias: a<strong>de</strong>más, nos infun<strong>de</strong>n un temor<br />
reverencial. Sentimos <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> lo numinoso. Es como si se nos<br />
comunicara algo trascen<strong>de</strong>nte. El hecho <strong>de</strong> que <strong>la</strong> humanidad nunca<br />
haya <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> forjar explicaciones alegóricas para los mitos reve<strong>la</strong> los<br />
reiterados esfuerzos <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente por tratar <strong>de</strong> aferrar -sobre todo<br />
mediante conceptos- ese algo que nos transmiten. Y una vez ensayadas<br />
todas <strong>la</strong>s alegorías, seguimos sintiendo que el mito es más importante<br />
que cualquiera <strong>de</strong> el<strong>la</strong>s.<br />
Estoy <strong>de</strong>scribiendo los mitos, no explicando su existencia. No me interesa en<br />
absoluto averiguar <strong>la</strong>s causas <strong>de</strong> su aparición, <strong>de</strong>terminar si constituyen una<br />
manifestación primitiva <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciencia, restos fósiles <strong>de</strong> los ritos, invenciones <strong>de</strong><br />
los hechiceros o afloraciones <strong>de</strong>l inconsciente individual o colectivo. Lo que me<br />
interesa es su efecto en <strong>la</strong> imaginación consciente <strong>de</strong> mentes simi<strong>la</strong>res a <strong>la</strong>s<br />
nuestras, no su hipotético efecto en mentes prelógicas ni su prehistoria en el<br />
inconsciente. Porque sólo el primero se pue<strong>de</strong> observar directamente o pue<strong>de</strong><br />
situarse a tiro <strong>de</strong> los estudios literarios. Cuando hablo <strong>de</strong> los sueños, me<br />
refiero, y sólo puedo referirme, a los sueños tal y como los recordamos al<br />
<strong>de</strong>spertar. Análogamente, cuando hablo <strong>de</strong> los mitos, me refiero a los mitos tal<br />
como po<strong>de</strong>mos experimentarlos: o sea, a los mitos no creídos sino<br />
contemp<strong>la</strong>dos, presentes ante <strong>la</strong> imaginación plenamente <strong>de</strong>spierta <strong>de</strong> una<br />
mente lógica. Sólo me ocupo <strong>de</strong> <strong>la</strong> parte <strong>de</strong>l iceberg que aparece en <strong>la</strong><br />
superficie; sólo el<strong>la</strong> tiene belleza, sólo el<strong>la</strong> es un objeto <strong>de</strong> contemp<strong>la</strong>ción. Sin<br />
duda, <strong>de</strong>bajo hay muchas otras cosas. El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> investigar esa parte<br />
sumergida está plenamente justificado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista científico. Pero<br />
me temo que ese estudio resulta atractivo, al menos en parte, como<br />
consecuencia <strong>de</strong>l mismo impulso que explica <strong>la</strong> invención <strong>de</strong> <strong>la</strong>s explicaciones<br />
alegóricas <strong>de</strong> los mitos. Es un esfuerzo más por aferrar, por atrapar con<br />
conceptos ese contenido trascen<strong>de</strong>nte que parecen transmitirnos.<br />
Como <strong>de</strong>fino los mitos por el efecto que ejercen en nosotros, es evi<strong>de</strong>nte que<br />
consi<strong>de</strong>ro que <strong>la</strong> misma historia pue<strong>de</strong> ser un mito para una persona y no<br />
serlo para otra. Éste sería un <strong>de</strong>fecto fatal si mi intención fuera proporcionar<br />
unos criterios para distinguir entre <strong>la</strong>s historias míticas y <strong>la</strong>s no míticas. Pero<br />
no es ése mi propósito. Lo que me interesa son <strong>la</strong>s maneras <strong>de</strong> <strong>leer</strong>; y eso<br />
justifica <strong>la</strong> presente digresión sobre los mitos.<br />
La persona que acce<strong>de</strong> por primera vez a un mito mediante un re<strong>la</strong>to pobre,<br />
vulgar o cacofónicamente escrito, <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> <strong>la</strong>do y no presta atención al mal