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la_experiencia_de_leer

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nove<strong>la</strong>s, surgidas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fantasías más egoístas y compensatorias.<br />

Sin embargo, lo que aquí nos interesa no es <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre construir<br />

castillos en el aire y escribir, sino <strong>la</strong> que existe entre esa actividad mental y <strong>la</strong><br />

lectura. Ya he dicho que los malos lectores sienten predilección por aquel<strong>la</strong>s<br />

historias que les permiten disfrutar indirectamente, a través <strong>de</strong> los personajes,<br />

<strong>de</strong>l amor, <strong>de</strong> <strong>la</strong> riqueza y <strong>de</strong>l privilegio social. De hecho, lo que hacen es<br />

construir castillos en el aire, al modo egoísta, sólo que dirigidos por el autor.<br />

Durante <strong>la</strong> lectura se i<strong>de</strong>ntifican con el personaje que más envidian o más<br />

admiran; y es probable que al acabar el libro los triunfos y p<strong>la</strong>ceres que éste<br />

les haya <strong>de</strong>parado sirvan <strong>de</strong> alimento para ulteriores fantasías.<br />

A veces se piensa que <strong>la</strong>s personas carentes <strong>de</strong> sensibilidad literaria siempre<br />

leen así y siempre realizan este tipo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación. Me refiero a <strong>la</strong><br />

i<strong>de</strong>ntificación capaz <strong>de</strong> proporcionarles, indirectamente, p<strong>la</strong>ceres, triunfos y<br />

honores. Sin duda, todo lector necesita i<strong>de</strong>ntificarse <strong>de</strong> alguna manera con los<br />

personajes principales, ya se trate <strong>de</strong> héroes o vil<strong>la</strong>nos, ya le <strong>de</strong>spierten<br />

envidia o <strong>de</strong>sprecio. Debemos «congeniar», <strong>de</strong>bemos entrar en los sentimientos<br />

<strong>de</strong> esos personajes, porque si no lo mismo daría que <strong>la</strong> historia <strong>de</strong> amor<br />

estuviese protagonizada por triángulos en lugar <strong>de</strong> por seres humanos. Sin<br />

embargo, sería injusto suponer que el único tipo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación posible es <strong>la</strong><br />

que existe en <strong>la</strong> fantasía egoísta. Esto es falso incluso en el caso <strong>de</strong> los lectores<br />

sin sensibilidad literaria aficionados a <strong>la</strong> narrativa popu<strong>la</strong>r.<br />

Por <strong>de</strong> pronto, a algunos <strong>de</strong> esos lectores les gustan <strong>la</strong>s historias cómicas. No<br />

creo que ni ellos ni nadie <strong>de</strong>sarrollen fantasía alguna cuando disfrutan con<br />

una broma. Sin duda, no <strong>de</strong>seamos estar en el lugar <strong>de</strong> Malvolio cuando<br />

queda enredado en <strong>la</strong>s ligas o <strong>de</strong>l señor Pickwick cuando cae al estanque.<br />

Podríamos <strong>de</strong>cir: «Me gustaría haber estado allí para verlo», pero eso sólo<br />

significa que, siendo -como somos- espectadores, <strong>de</strong>searíamos haber estado en<br />

el sitio que nos parece el mejor. También hay muchos <strong>de</strong> estos lectores a<br />

quienes les gustan <strong>la</strong>s historias <strong>de</strong> fantasmas y, en general, <strong>de</strong> terror. Sin<br />

embargo, cuanto más les gustan menos <strong>de</strong>seos pue<strong>de</strong>n sentir <strong>de</strong> convertirse<br />

en sus protagonistas. Es posible que, a veces, el lector disfrute con <strong>la</strong>s<br />

historias <strong>de</strong> aventuras porque se imagine a sí mismo en el papel <strong>de</strong>l héroe listo<br />

y valeroso; pero no creo que su p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong>rive siempre <strong>de</strong> esa i<strong>de</strong>ntificación, ni<br />

que ésa sea su principal manera <strong>de</strong> disfrutar con <strong>la</strong> lectura. Pue<strong>de</strong> admirar a<br />

un héroe dotado <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>s cualida<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong>sear que triunfe, sin necesidad <strong>de</strong><br />

apropiarse <strong>de</strong> ese triunfo.<br />

Queda un tipo <strong>de</strong> historias cuyo atractivo sólo puedo asociar con <strong>la</strong> fantasía<br />

egoísta; me refiero a <strong>la</strong>s historias que narran éxitos, a ciertas historias <strong>de</strong><br />

amor y a ciertas historias sobre <strong>la</strong> alta sociedad. Son <strong>la</strong>s historias favoritas <strong>de</strong>l<br />

nivel más bajo <strong>de</strong> lectores. Digo «más bajo» porque <strong>la</strong> lectura no llega a<br />

sacarlos <strong>de</strong> sí mismos sino que los confirma en un tipo <strong>de</strong> autocomp<strong>la</strong>cencia al<br />

que ya están habituados, apartándolos <strong>de</strong> <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas valiosas que<br />

podrían encontrar tanto en los libros como en <strong>la</strong> vida. Esta c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> actividad<br />

mental, realizada con <strong>la</strong> ayuda <strong>de</strong> libros o sin el<strong>la</strong>, es <strong>la</strong> que los psicólogos<br />

l<strong>la</strong>man fantasías (en una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s acepciones que hemos mencionado). Si no<br />

hubiésemos hecho <strong>la</strong>s necesarias distinciones, se habría podido atribuir a esos<br />

lectores un gusto por <strong>la</strong>s fantasías literarias. En realidad, suce<strong>de</strong> lo contrario.<br />

Probad y veréis que <strong>la</strong>s <strong>de</strong>testan, que <strong>la</strong>s consi<strong>de</strong>ran «cosas para niños», pues<br />

no ven interés alguno en <strong>leer</strong> sobre «lo que, en realidad, nunca podría haber<br />

sucedido». Des<strong>de</strong> nuestro punto <strong>de</strong> vista, es evi<strong>de</strong>nte que los libros favoritos <strong>de</strong><br />

esta c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> lectores están p<strong>la</strong>gados <strong>de</strong> cosas imposibles. Aceptan sin reparos<br />

<strong>la</strong>s <strong>de</strong>scripciones psicológicas más aberrantes y <strong>la</strong>s coinci<strong>de</strong>ncias más<br />

disparatadas. En cambio, exigen una observancia rigurosa <strong>de</strong>l tipo <strong>de</strong> leyes<br />

naturales a que están habituados, y <strong>de</strong> <strong>la</strong> normalidad general: <strong>la</strong>

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