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la_experiencia_de_leer

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levísimas modificaciones». En los contrastes (pero también en <strong>la</strong>s<br />

anticipaciones y en <strong>la</strong>s resonancias) entre lo más oscuro y lo más c<strong>la</strong>ro, entre<br />

lo más lento y lo más veloz, entre lo más sencillo y lo más complejo <strong>de</strong>be<br />

existir cierto equilibro -pero nunca una simetría <strong>de</strong>masiado perfecta- para que<br />

<strong>la</strong> forma total <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra parezca inevitable y perfectamente a<strong>de</strong>cuada. Pero<br />

este segundo or<strong>de</strong>n nunca <strong>de</strong>be perturbar al primero. Para dar algunos<br />

ejemplos, po<strong>de</strong>mos citar, al comienzo <strong>de</strong> Hamlet, <strong>la</strong> transición <strong>de</strong> <strong>la</strong> escena <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> «exp<strong>la</strong>nada» a <strong>la</strong> escena breve; <strong>la</strong> colocación <strong>de</strong>l re<strong>la</strong>to <strong>de</strong> Eneas en <strong>la</strong> Eneida<br />

II y III; en El paraíso perdido, el tercer libro, ascen<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los dos<br />

primeros, sombríos. Pero eso no basta. El autor <strong>de</strong>be evitar lo más posible <strong>la</strong><br />

introducción <strong>de</strong> elementos cuya única función sea evocar otras cosas. Cada<br />

episodio, cada explicación, cada <strong>de</strong>scripción, cada diálogo -en el caso i<strong>de</strong>al,<br />

cada oración- <strong>de</strong>be ser agradable e interesante <strong>de</strong> por sí. (Uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fectos<br />

<strong>de</strong> Nostromo, <strong>de</strong> Conrad, resi<strong>de</strong> en que, antes <strong>de</strong> llegar al tema central, única<br />

justificación <strong>de</strong>l re<strong>la</strong>to, <strong>de</strong>bemos <strong>leer</strong> una serie <strong>de</strong> pseudohistorias.)<br />

Algunos <strong>de</strong>scartarán esta cuestión por consi<strong>de</strong>rar<strong>la</strong> «meramente técnica». Sin<br />

duda, estamos dispuestos a reconocer que el or<strong>de</strong>n al que nos referimos,<br />

separado <strong>de</strong>l contenido or<strong>de</strong>nado, es, incluso, menos que «mero»: es una nada,<br />

como lo es <strong>la</strong> forma separada <strong>de</strong>l cuerpo al que configura. Pero se engañaría<br />

quien quisiera «apreciar» una escultura <strong>de</strong>scartando su forma para<br />

concentrarse en <strong>la</strong> «concepción <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida» <strong>de</strong>l escultor. La escultura sólo es en<br />

virtud <strong>de</strong> <strong>la</strong> forma. Y sólo porque es tal se nos ocurre pensar en <strong>la</strong> concepción<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida que tiene el escultor.<br />

Es muy natural que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber ejecutado los movimientos que,<br />

or<strong>de</strong>nadamente, suscita en nosotros toda gran nove<strong>la</strong> o toda gran obra <strong>de</strong><br />

teatro -si hemos bai<strong>la</strong>do su danza, celebrado su rito o respetado su ritmo-, nos<br />

sintamos inclinados a hacer una serie <strong>de</strong> reflexiones muy interesantes. Como<br />

consecuencia <strong>de</strong> esa actividad, se <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong> nuestro «músculo mental».<br />

Po<strong>de</strong>mos agra<strong>de</strong>cérselo a Shakespeare o a Dante, pero vale más que no les<br />

atribuyamos los usos filosóficos o éticos que hacemos <strong>de</strong> él. Ante todo, porque<br />

es bastante improbable que logremos superar significativamente -aunque sí<br />

un poco- el nivel normal <strong>de</strong> nuestras reflexiones. Muchos <strong>de</strong> los comentarios<br />

sobre <strong>la</strong> vida que <strong>la</strong> gente extrae <strong>de</strong> Shakespeare podrían haber sido<br />

formu<strong>la</strong>dos sin su auxilio, y sin disponer <strong>de</strong> un talento excepcional. En<br />

segundo lugar, ese tipo <strong>de</strong> reflexiones pue<strong>de</strong> ser un obstáculo para los futuros<br />

contactos con <strong>la</strong> obra. Podría suce<strong>de</strong>r que volviésemos a el<strong>la</strong> sobre todo para<br />

encontrar una nueva confirmación <strong>de</strong> nuestra creencia <strong>de</strong> que encierra tal o<br />

cual enseñanza, y no para sumergirnos con renovada sensibilidad en <strong>la</strong> obra<br />

misma. Haríamos como el hombre que no aviva el fuego para hervir agua o<br />

cal<strong>de</strong>ar el cuarto, sino para volver a ver <strong>la</strong>s mismas imágenes <strong>de</strong>l día anterior.<br />

Y como, para un crítico <strong>de</strong>cidido, un texto no es «más que un guante <strong>de</strong><br />

cabritil<strong>la</strong>» -puesto que cualquier cosa pue<strong>de</strong> interpretarse como un símbolo,<br />

una ironía o una ambigüedad-, no nos costará mucho encontrar en él lo que<br />

<strong>de</strong>seemos. El mejor argumento contra esta manera <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r es el mismo<br />

que permite <strong>de</strong>scalificar el uso que suele hacerse <strong>de</strong>l arte en general. Consiste<br />

en seña<strong>la</strong>r que nuestra preocupación por hacer algo con <strong>la</strong>s obras<br />

prácticamente impi<strong>de</strong> que éstas puedan obrar <strong>de</strong> alguna manera sobre<br />

nosotros. De forma que, cada vez más, en lugar <strong>de</strong> encontrarnos con el<strong>la</strong>s, lo<br />

que hacemos es encontrarnos con nosotros mismos.<br />

Ahora bien: uno <strong>de</strong> los efectos más importantes <strong>de</strong>l arte consiste en <strong>de</strong>sviar<br />

nuestra mirada <strong>de</strong> esa imagen especu<strong>la</strong>r, en librarnos <strong>de</strong> esa soledad. Cuando<br />

leemos «literatura <strong>de</strong> conocimiento» lo hacemos con <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> llegar a<br />

pensar mejor y con más c<strong>la</strong>ridad. Yo diría que cuando, en cambio, leemos<br />

obras <strong>de</strong> imaginación nos interesa mucho menos modificar nuestras propias

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