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José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo

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los que veo la verdad. Con los vidrios veo el cuerpo y el alma, con los vidrios veo todo,<br />

lo malo y lo bueno. Y con los vidrios y la CIA veo también a mi amigo el Señor<br />

Emperador del Japón".<br />

Luego me interné en un amplio cuarto en el que algunos pacientes se afanaban en<br />

un taller de carpintería. Un rótulo anunciaba su actividad: Laborterapia. Hacendosos,<br />

parecían contentos de su ocupación. Uno de ellos, sin embargo, se quejó de la<br />

alimentación: "Trigo —decía— demasiado trigo".<br />

En otra oportunidad, pude acercarme hacia el pabellón que atiende a internos<br />

fármaco dependientes. Uno de ellos, un zambo joven —no pasaría de los veintidós anos<br />

de edad— me explicó que se encontraba allí por su excesivo consumo de pasta básica de<br />

cocaína.<br />

"La PBC —me dijo— es bien brava. Te agarra y no te deja. Yo me envicié por los<br />

amigos. Tú ya sabes, hermano, cómo es".<br />

Luego me preguntó por la causa de mi estadía en el hospital: "¿Eres nuevo, no?<br />

No te preocupes, tranquilo nomás. Descansa tranquilo y vas a sanar".<br />

Cuando le interrogué por sus familiares, hizo un gesto de disgusto: "Acá no<br />

vienen, hermano. Mi viejo está en Bolivia, mi vieja está enferma. Pero mejor, que no<br />

vengan. ¿Para qué?".<br />

"¿No los extrañas?", le dije. "No, hermano. Prefiero estar acá que en mi casa. Ahí<br />

en la casa no hay nada que hacer".<br />

Un recorrido cercano a los muros del hospital me permitió observar las múltiples<br />

inscripciones que allí aparecen: resultados de partidos de; fútbol (Perú 3, Bulgaria 2); hoz<br />

y martillo con el nombre de Sendero Luminoso y un corazón silueteado en tiza; un<br />

caballo repetido hasta el infinito.<br />

En la calle<br />

Decidimos dedicar algún tiempo a pasearnos por la vía pública con la finalidad de<br />

medir las reacciones del público ante el enfermo mental.<br />

Uno de los paseos —con el mismo aspecto con el que me había introducido al<br />

hospital Larco Herrera— se produjo en las inmediaciones del propio hospital.<br />

Detuve a un joven demandándole un cigarrillo. El hombre se interesó:<br />

—No tengo, cuñao. ¿Te has escapado?<br />

—No, no me he escapado. Entro y salgo nomás.<br />

—¿Y cómo te va?<br />

—Bueno, más o menos.<br />

—Es bravo adentro, ¿no?<br />

—Regular.<br />

—¿Por qué has entrado?<br />

—Mucho jode la gente, ¿no?<br />

—Sí, pues.<br />

—Así es hermano. Todos te joden, te joden y te joden. Y te joden el alma<br />

hermano. Mira ve, te voy a dar una recomendación. El alma es un espejo. Ese espejo

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