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José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo

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exportadores si el dólar por sus exportaciones era o no un dólar-castigo—, entonces las<br />

divisas tenían que encontrarse, donde las hubiera, en el cielo o en el infierno, no importa.<br />

He aquí que la coca acudió presurosa en forma de verdes billetes de Ocoña. No<br />

solo por cierto para el angustiado importador, el solemne banco con las arcas vacías en<br />

materia de moneda extranjera, o el apurado turista. También para el ahorrista<br />

desconfiado, el modesto militante de la clase media con un sueldo menos que regular, la<br />

frágil secretaria que cambia su salario íntegro en dólares con la esperanza de aumentarlo<br />

una semana después. Y a partir de ahí, toda esa legión de nuevos trabajadores, que viven<br />

del mercadeo callejero, minicomputarizado, especulativo, del dólar.<br />

Si se hubiese mantenido la prohibición del mercadeo informal de dólar, el Estado,<br />

por ejemplo, hubiese tenido que prohibir el turismo. Felizmente los funcionarios públicos<br />

siempre viajan por razones de trabajo.<br />

Con tanta demanda "informal" (como nunca, esta palabra resulta un flagrante<br />

eufemismo) resulta natural la subida del dólar. Pero entre el dólar caro y el dólar<br />

imposible o el no-dólar, el dólar caro siempre resulta más barato. Esto, sin contar la<br />

ausencia de trámites que implica la compra de este dólar: no hay papeleo de ninguna<br />

clase, aunque hay el riesgo de la falsificación, sobre todo a partir de las seis de la tarde<br />

cuando todos los dólares, como los gatos, se vuelven pardos.<br />

De paso, los cambistas ocoñeros que hemos consultado para elaborar esta nota,<br />

recomiendan la prueba de la arruga, con los billetes de cien, los más propensos a la<br />

falsificación. Estruje usted su centenario. Si se queda así sin duda falso. Pero si reacciona<br />

y se estira elásticamente, con toda la fuerza espiritual de su alma capitalista, entonces es<br />

bueno, entonces es fiel a su lema: "in God we trust". Aunque no sea divina, la confianza<br />

es también la madre del negocio informal.<br />

Pero no todo es dólar en esta vida.<br />

Viajeros confiables, también sin nombre por ahora, nos han informado de toda<br />

una sorpresa a escasos metros del aeropuerto de Miami: la cotización del inti en una casa<br />

de cambio norteamericana. No se trata solamente de que, a diferencia de nosotros, los<br />

gringos sí sepan apreciar lo nuestro. Sucede más bien que los grandes traficantes de la<br />

coca necesitan de nuestra "divisa" para poder pagar la muy barata mano de obra nacional.<br />

En fin, esto ya parece toda una apología del coca-dólar, nuestro Chapulín<br />

Colorado (verde, en este caso) particular al momento en que exclamamos ¿y ahora quién<br />

podrá salvamos? Pero no se trata de eso. Se trata de hechos. Se trata de darse cuenta de<br />

que nuestra inocente compra de verdes billetitos en Ocoña es, en realidad, parte de una<br />

larga cadena de exportación no tradicional, de un producto que, con más corazón<br />

sentimental que eficacia práctica, todos los gobiernos del mundo han incluido entre sus<br />

bestias negras.<br />

Es, en verdad, una de esas encrucijadas en que los Estados confrontan un callejón<br />

sin salida entre la ética y la realidad.<br />

No por nada la eficacia de los narcos se ve acompañada de la vista gorda o la<br />

complicidad de las autoridades. Nadie puede creer que en la selva se construyen<br />

aeropuertos clandestinos con ingentes toneladas de cemento transportados en lentas<br />

barcazas, sin conocimiento de nuestras autoridades, o que la buena fe de nuestra policía<br />

selvática considera que las multitudinarias avionetas de bandera colombiana que entran y<br />

salen repetidamente del país sobrevuelan nuestros árboles con fines de turismo.

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