José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo
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Julio Iglesias, Somoza<br />
y el amor<br />
Cuando todo estaba okey, Somoza organizaba unas fiestas a todo dar y el día<br />
anterior, en el aeropuerto de Managua, aterrizaban aviones gastronómicos y wiskeros,<br />
procedentes de Miami. Somoza se tomaba sus tragos y se acordaba de los buenos tiempos<br />
de West Point, mientras sus inmobiliarias hacían negocio fácil con la reconstrucción de la<br />
ciudad, luego del terremoto.<br />
Alguna vez invitó a Julio Iglesias que, por esa época, decía que no era verdad que<br />
se estuviese llevando en la maleta algunos lienzos de los museos españoles, por encargo<br />
de algunos parientes del generalísimo Franco. En la foto, Somoza camuflaba sus kilos en<br />
una guayabera de hilo blanco, mientras que Julio Iglesias se enfundaba en una camiseta<br />
Lacoste. La noche de la fiesta en que les tomaron esa foto, el cantante le dijo que ahora<br />
iba con más gusto a los festivales de Viña del Mar. Chile estaba muchísimo mejor con<br />
Pinochet y se podía cantar mejor "El amor", el amor. . .".<br />
Naturalmente, le dijo Somoza, en Nicaragua siempre se podría seguir cantando el<br />
amor, el amor y la vida seguirían igual, hasta que la muerte nos separe.<br />
Para tranquilidad de ése y otros cócteles, existía la guardia nacional que era como<br />
los matones del señor Somoza, pero con galones y naturalmente, con presupuesto del<br />
Estado.<br />
Desde luego, las finanzas son tan complicadas que no había forma de distinguir<br />
entre el presupuesto del Estado y las propias riquezas del ciudadano presidente, lo cual no<br />
estaba mal porque solo se cuida bien lo que es de uno mismo.<br />
Julio Iglesias le firmó su último álbum, se tutearon y el señor presidente se<br />
sobregiró de cócteles.<br />
Dicen que a partir de ese día los ruidos de los cuartos de torturas que provenían<br />
del sótano de la mansión presidencial, empezaron a entremezclarse con las melodías del<br />
estéreo del primer ciudadano de la República.<br />
No se trata de echarle a Julio Iglesias la culpa de nada. Menos aún de restarle<br />
fanáticas que lo apretujen a la salida de los estadios de Miami o de Lima.<br />
Sucede que esta asociación entre Somoza y Julio Iglesias con una anécdota que en<br />
su momento dio la vuelta al mundo, resulta motivada por esas apasionantes memorias que<br />
con el título de "Nicaragua Traicionada" viene publicando un matutino de nuestra capital.<br />
¿Qué hace Iglesias en todo esto?<br />
Se me ocurre que sus melodías bien podrían servir de fondo musical que<br />
acompañase la lectura de tan singulares confesiones. Porque, en el fondo, parecen las<br />
quejas doloridas de un amante despechado. Somoza se queja de las falsas promesas de la<br />
política norteamericana y, en los diálogos con los embajadores, que son como los