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José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo

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¿Terapia ocupacional? Sin duda. Pero hay algo más. Parte de los gastos de este<br />

psiquiátrico se financia con estas ventas y gran parte de los pacientes han podido abrir<br />

cuentas bancarias con el producto de su trabajo. Otros, hasta "se dan el lujo" de mandar<br />

plata a su casa.<br />

Aunque tal vez el destino más excelso de estos productos hospitalarios lo<br />

constituya el almuerzo comunitario que, una vez al mes, realizan pacientes y<br />

rehabilitadores. Se convoca una asamblea y, en ella, todos los pobladores de esta sección<br />

de psiquiatría votan democráticamente un menú. Se reparten las tareas y al conjuro de<br />

una pachamanca o un arroz con pollo, paciente y doctores se sienten mutuamente útiles y<br />

mutuamente pacientes, rehabilitadores y. . . viceversa.<br />

Pero no se apure usted en asombrarse.<br />

He llegado un día cualquiera y un altoparlante nos trasmite las últimas novedades<br />

chicheras, mientras los paciente se afanan en sus respectivas labores. Cualquiera de ellos<br />

pueden narrarle las incidencias de la última película proyectada en Jauja porque —casi<br />

sin excepción— van al cine del pueblo dos veces por semana. Y algunos —no todos por<br />

cierto— asisten a las clases de alguna escuela local.<br />

Los propios pacientes, el médico Duval Zumaeta y el terapista Leo Camarena, le<br />

narrarán a usted todas estas maravillosas con absoluta naturalidad, con tal normalidad.<br />

El poder del sol<br />

Con ellos hemos recorrido este hospital dialogando con los pacientes, grabadoras<br />

en mano.<br />

A diferencia de los internos citadinos, las alucinaciones de estos pacientes —en su<br />

mayoría provenientes de zonas agrícolas— tienen que ver con el campo, los animales, las<br />

plantas.<br />

Jorge Castro, por ejemplo, oxapampino, puede decir que ya está prácticamente<br />

curado de su adición a la pasta básica de cocaína. En el taller de cerámica pinta un gallo<br />

de rojo y negro. ¿No son colores un poco raros?, le preguntamos.<br />

"Tal vez" responde —y destruye al mismo tiempo nuestra curiosa pesquisa de<br />

posibles simbolismos—."Pero lo hago así porque no he encontrado otros colores".<br />

Un grupo de sicóticos que ingresaron allí, en franco deterioro, se afanan ahora<br />

ante un montículo de arvejas que escarban y seleccionan.<br />

Nadie puede esperar de estos pacientes una conversión a la "normalidad", pero sí<br />

—y aquí se logra— el detenimiento de la decadencia total.<br />

Blandiendo mi grabadora me acerco a uno de ellos, hombre de cierta edad.<br />

Levanta los brazos como en oración. Parece sufrir alguna especie de alucinación mística.<br />

—¿En qué piensa usted?<br />

—En el inti, en el sol. Inti, inti, sol, sol.<br />

—¿Y qué le dice el sol?<br />

Y entonces el hombre ojea mi grabadora.<br />

—¿Qué me dice el sol? Inti, inti, sol, sol. Sol, sol. . . Sol, Sony. Sony, grabadora<br />

Sony, ciento cuarenta y uno, made in Japan.<br />

Pero tal vez los cuadros más conmovedores puedan observarse en el pabellón de<br />

niños. Entre dibujos de ellos mismos y carpetas de trabajos manuales, los médicos de este

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