José María Salcedo EL VUELO DE LA BALA - "CHEMA" Salcedo
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maestros o empleados de la administración pública, esa arrogante exhibición sí tiene<br />
compradores.<br />
La tentación es grande. El diablo local se oculta tras los arbustos de la hoja de<br />
coca.<br />
Para el economista Claudio Tantahuilca, profesor de la universidad local, es casi<br />
un diablo colectivo. La economía de la coca compromete directamente a más del<br />
cincuenta por ciento de la población rural de este departamento e, indirectamente, a casi<br />
todo el mundo. Simplemente, no hay que preguntar demasiado, mientras los negocios<br />
marchen.<br />
Según Tantahuilca, el rendimiento de la coca es de 192 por ciento sobre la<br />
inversión.<br />
Pero esta proliferación de rapidísimas fortunas no debe engañamos demasiado.<br />
El economista huanuqueño distingue las clases sociales del mundo de la coca, la<br />
pirámide cocalera. Los de abajo, las mayorías, son los modestos cultivadores de parajes<br />
inhóspitos, alejados de las carreteras, con hijos privados de educación, con el riesgo<br />
permanente de la represión: mano de obra relativamente barata, blanco fácil de las<br />
campañas de erradicación. La clase media se dedica a la elaboración de la PBC y suele<br />
vivir en los centros poblados. A veces combina el cultivo con la fabricación de la pasta.<br />
Los de arriba, los menos, son los colombianos, los narcos de verdad, los conquistadores<br />
de las ágiles avionetas. No tan ágiles, ciertamente, pero nunca hasta ahora derribadas.<br />
Si no hubiera coca, reconoce Tantahuilca, Huánuco languidecería en medio de<br />
una honorable agonía de muerte. Hoy, la construcción, el comercio y la banca locales no<br />
hacen de la ciudad un paraíso, pero sin ellos todo sería peor.<br />
Hace cuatrocientos años, un santo jesuíta solía repetir: "¿De qué le sirve al<br />
hombre ganar el mundo si pierde su alma?" Tal vez no podamos culpar a los<br />
huanuqueños por no pensar lo mismo.<br />
Sin incentivos para la agricultura serrana, aquí todo el mundo mira hacia el<br />
oriente.<br />
Para este periodista, su propia marcha hacia el oriente significa un viaje en<br />
colectivo entre Huánuco y Tingo <strong>María</strong>.<br />
El rojo colectivo está sobrecargado. Un pasajero del asiento de atrás ha repletado<br />
la fatigada maletera con toda suerte de productos agrícolas. El chofer ha protestado. El<br />
pasajero ha respondido: "Si no me llevas las cosas, me quejo a los compañeros".<br />
"Los compañeros". Todas las casas de esta ruta que cubre una carretera que en su<br />
tiempo —no hace tanto— pudo ser envidiable autopista, llevan en sus paredes las pintas<br />
de "los compañeros". Ahí hay vivas al "presidente Gonzalo" y mueras al presidente<br />
García. Condenas a la "herradicación (sic) yanqui" de los cocales y más mueras al<br />
imperialismo.<br />
A medida que las nubes se ennegrecen tanto como el agresivo verde de la<br />
vegetación, se siente la extraña experiencia de quien se interna en un túnel, pero a cielo<br />
abierto.<br />
Cada cierto tiempo hay que bajarse del auto para que éste pueda superar badenes,<br />
gigantes charcos y huellas de recientes huaicos.<br />
Donde ahora los neumáticos resbalan mientras se arriesgan por rudimentarios<br />
troncos, antes hubo puentes de hierro y asfalto.