corría como él por los caminos del Inca. Tenía yo cuatro años. Le pregunté a un vecino respetable que me dijo que el APRA era malísima, que eso estaba prohibido y que Odría era el tío de todos los niños del Perú. Esta nota está escrita antes del mitin del viernes 20, de manera que no sé quién habrá ganado en esta suerte de separación de cuerpos, entre Alfonso Ugarte, y la Plaza San Martín. Sospecho, sin embargo, que el problema del APRA, que, es un problema de divorcio, sólo podrá aclararse si se critican las otras convivencias. A mí no me gustó que me dijeran que Odría era mi tío. Supongo que años después, cuando a los apristas se les dijo que en el Parlamento tendrían que votar por Odría, a muchos de ellos tampoco les gustó. En este caso, como diría el viejo madrileño, el parentesco había matado al amor.
Prohibido permitir Se nos ha comunicado que no está prohibido que los niños vayan al colegio sin uniforme. Siempre es saludable que se deje de prohibir algo o que se diga que no está prohibido algo que podría suponerse prohibido. Aunque no se ha dicho, se supone que no estará permitido mandar a los hijos desnudos, ojala más por razones de salud que de moralidad. La cosa es que está permitido que los chicos vayan sin uniforme. Desgraciadamente, también está permitido que vayan sin zapatos y sin desayuno. Lógicamente, este permiso no lo da ninguna autoridad. Más bien esto es algo que debería prohibir la autoridad. Pero, generalmente, no existen las prohibiciones buenas. Ahora bien, con un poco de cinismo, puede ser interesante ver la cosa desde este punto de vista. Aplíquese usted el pensamiento positivo. Sí, es cierto que no es de lo mejor que su hijo vaya con camisa rotosa, descalzo y sólo con té Toro al colegio. Pero, por otro lado, ¿no es maravilloso que usted no esté violando ninguna prohibición? Aunque el ejercicio cívico del caso puede ser positivo, en este caso tendría más mérito prohibir que permitir. Generalmente, los Estados permiten las cosas cuando ya no les queda más remedio o cuando ya todo el mundo se ha tomado el permiso porque le vino en gana, sin necesidad de que nadie le autorice para nada. Se prohíbe en nombre del orden y se permite en nombre del realismo. Además, hay cosas que están simultáneamente prohibidas y permitidas. Por ejemplo, los golpes de Estado. Si fracasan, están prohibidos. Pero si triunfan, están permitidos. Conociendo esta relatividad de las prohibiciones y las permisiones, es natural que abunden los que están a favor y en contra de cualquier cosa que se les pregunte. Este relativismo matizador y grisáceo —que se sustenta filosóficamente en la teoría cromática para la que no siempre las cosas son blancas o negras— es la base del oportunismo. Se supone que el oportunismo, cosa buena para un centro delantero, es malo en política. Pero depende. Para algunos, en política, como en el amor, todo vale. En el caso de los uniformes escolares, no se trata tanto de la libertad de elegir vestido como de la libertad de no vestir, por no poder pagar. Lo que confirma una vez más que puede ser muy alto el precio de la libertad. Por ejemplo, cuando se instauró el uniforme único, ciertos padres de familia protestaron en nombre de la libertad de vestir, no importara a qué precio. Pero se prohibió esa libertad. Ahora que muchos padres de familia —por supuesto distintos a los anteriores— exigen el uniforme único y la posibilidad de poderlo comprar, está permitida la libre vestimenta. La norma adoptada con respecto a los uniformes, podría aplicarse en relación a otros productos del mercado. Ejemplo: puede subirse el precio de los alimentos pero, en contraparte, a nadie podrá obligarse a comer. Es decir, está permitido no comer. Otro: puede subir el precio de los servicios funerarios pero a nadie se le obliga a morir y, aún más, se prohíbe el suicidio. Es decir, hay permisos que son prohibiciones y prohibiciones que generan permisos. A los gobiernos se les puede decir: dime qué permites y te diré quién eres o
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